Oleadas de baladres
La principal preocupación de mi suegra este verano, por encima de los mosquitos y en sintonía con el CIS, ha sido la crisis migratoria. Desde que cayó del caballo como Saulo, dejó Tele 5 y solo ve el 24H donde no dan voces, pero la soliviantan con tanto inmigrante llegando a España, igual que llegaban a su pueblo los Baladres (los del pueblo de al lado) en oleadas para llevarse a las muchachas. La razón del alarmismo migratorio es irrelevante, porque el resultado ya está ahí: el miedo al extranjero que nos quita trabajo y aumenta la criminalidad, pese a que el 77% de los delitos los cometen españoles y el 8% siguiente otros europeos, y aunque los extranjeros generan el 35% del crecimiento económico español, suponen el 10% de la recaudación de la Seguridad Social y gastan solo el 1%. Tampoco nos muestran a los que vienen en avión, que son mayoría. Solo a quienes desafían las fronteras de un mundo globalizado, como niños hambrientos rompiendo el cristal tras el que zampan los ricos. Esta realidad constante nos obligará a analizar globalmente el concepto de redistribución económica. Porque, como dice mi suegra, pocas cosas hay que uno no esté dispuesto a soportar cuando la miseria aprieta.