Occidente

13 oct 2020 / 17:14 H.
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El contexto histórico que estamos viviendo influirá en el pensamiento de la sociedad del mañana. Asistimos a la caída de la todopoderosa civilización occidental. En la esfera política, esta caída representará la decadencia de una cultura que ha coincidido con un periodo de inusual esplendor en el que la humanidad estaba alcanzando cotas de desarrollo artístico, tecnológico y científico que no tiene equivalente en los siglos que nos han precedido. Aunque a primera vista no pudiera parecerlo, un insignificante virus está poniendo en jaque el calificativo de todopoderosa, según la versión más acreditada de nuestra milenaria civilización. En cualquier caso, no deja de ser una ironía que el destino de un estilo de vida, acabe pasando a la historia con el nombre de covid-19. ¿Esto es aparente o real? Me imagino a un covid con escasas simpatías democráticas, y no sería de extrañar que, con un genoma tan singular, se desarrollara conforme a lo que cabría esperar de un joven de la época: amante de la preparación física, de la música, incluso de la poesía. En el ámbito en el que parece estar predestinado y con esos aires orientales que lo caracterizan, intentará alinearse con acontecimientos que cambien para siempre nuestro modo de vida, pues estoy convencido que dejará una huella indeleble en nuestro carácter y en nuestro pensamiento. Si ya estábamos desilusionados con la política, coincidirán conmigo en que asistiremos a la decadencia de la luminosa democracia, pues pasará a manos de demagogos poco edificantes que cometerán acciones reprobables, mientras alabarán al virus porque mientras el pueblo hable de él no criticará su gestión. ¿Estamos en el punto final de la hegemonía occidental? ¿Asistimos a la instauración en el mundo de un régimen oligárquico que a la larga será el responsable de todo tipo de desmanes y arbitrariedades? Por si no hubiésemos tenido bastante con las muestras de incompetencia y bajeza demostradas por algunos líderes mundiales, no creo que esta situación, vaya a desembocar en unos de los peores momentos históricos de la humanidad. Estamos obligados a buscar el faro que guíe nuestros pasos y cambie el rumbo de nuestras vidas, con ello habremos dado un golpe mortal a formas políticas que se alejan de la confianza de los ciudadanos. Emprendamos juntos el viaje conforme el currículo básico de todo demócrata que se precie, aunque estemos hastiados de los continuos excesos de quienes tienen la misión de tensar las relaciones con afán tiránico, reconozcamos nuestras debilidades y rescatemos de las malas prácticas, los principios de un buen gobierno democrático. A pesar de esas buenas intenciones, no permitamos que este sistema acabe como el rosario de la aurora, anulemos en las urnas a quien las utilizaría para comportarse como un puro déspota. ¿Quién se puede fiar de quien jura y perjura que ha cambiado para bien, que promete que todo será diferente y que esto no será lo mismo de antes? En cualquier caso, la continuidad de la civilización occidental, dependerá de si apoyamos a gobernantes que sean verdaderos hombres de estado y dignos rectores de la mayor y más influyente civilización. De todas formas y en previsión de que estas buenas palabras no sean suficientes, debo insistir en que nuestra suerte dependerá de la respuesta colectiva que demos al mundo.

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