Nunca me voy

    28 feb 2016 / 10:45 H.

    El río se desborda, poderoso desde sus cabeceras, inundando nuestras vidas con el aluvión de la historia. Escucho entonces la voz de un andaluz que canta. Venimos de Ronda buscando lo nuestro. La vemos en el aire, verde y blanca, quintando penas, quitando hambre. Desde aquel sí ‘raspado’ del que escribía ayer Antonio Negrillo en la vecina columna, la verdiblanca ha quitado mucho de unas y de otra, porque las penas con pan son menos. De aquella Andalucía y de aquel país que Carlos Cano sentía en cada tono quedan los arquetipos resistiendo el paso del tiempo. La murga reivindicativa de los jornaleros cedió el testigo a la legión de parados que sigue pidiendo trabajo a Marcelo. Cierto es que muchas Marías cogen las riendas de la autonomía, pero en un país sin gobierno en el que el cambio habilitado en las urnas le viene largo a los electos.

    Así que Engracia se las ve y se las desea para cuidar la democracia. Con un Estado cuasi federal, nadie se pone de acuerdo por la reforma Constitucional. Tampoco en el modelo para reforzar el desarrollo rural, a hombros de las diputaciones en la prestación de servicios básicos y amenazado por una ley de reforma local que ya casi nadie cuestiona enfrascados con tanta urgencia en la gobernanza exprés.

    La misma murga sigue explicando el mecanismo tira p’alante de la manera más bonita y popular: se acabe el paro y haiga trabajo, escuelas gratis, medicinas y hospital; pan y alegría nunca nos falten, que vuelvan pronto los emigrantes y haiga cultura y prosperidad. Era el año de gracia de 1978 y transitamos ahora por el bisiesto y virtual 2016. ¡Qué grande era el de Granada! Y cuanta verdad cantaba. Aquella Andalucía cambió y ésta debe cambiar también. Pico, pala y a currelar.

    Andalucía ya no es la de los esperanzados setenta. Del pan a secas al 3.0 hay mucho trecho. Debemos volver a Ronda para seguir buscando lo nuestro. Manuel poco tiene que hacer ahora con los caciques, aunque le faltan manos contra los corruptos. Y la verdiblanca seguirá quitando penas en esta patria andaluza de todos, tan nuestra como de cualquier hijo de vecino. También de los miles de hombres, mujeres y niños que encontraron la muerte a orillas de nuestro mar buscando quitarse hambre y penas. Nunca debieron morir.

    Hoy es el día. Llevo años fuera, pero nunca me voy. Sales de Torredonjimeno, subes hasta Porcuna y te dejas caer hacia los llanos de Maruanas, ya en Córdoba. Los olivos se alinean en las lomas a la derecha de la carretera. A la izquierda, un mosaico impresionante antes de llegar a El Carpio: el verde limpio del cereal que crece, el amarillo de los girasoles cuando es su tiempo y alguna mancha roja de amapolas. Y voy buscando lo mío.