Nuevo marco educativo

24 nov 2020 / 16:24 H.
Ver comentarios

Cuando en España las movilizaciones en torno a la Ley Celaá se suceden en algunas ciudades por parte de la derecha conservadora y los colegios concertados religiosos, la Unesco acaba de publicar su informe de seguimiento de la educación en el mundo 2020 sobre inclusión y educación, que nos alerta de los grandes desafíos de los sistemas educativos del futuro. La Unesco advierte que nunca antes había sido crucial convertir la educación en un derecho universal y una realidad para todos y por ello es preciso revertir la educación hacia modelos inclusivos que no dejen a nadie atrás. La educación es una oportunidad para transformar la vida de las personas, pero sin embargo se estima que 258 millones de niños, adolescentes y jóvenes, es decir, el 17% del total mundial, no asisten a la escuela. En 2018, en 43 países un tercio de los docentes señalaban que no adaptaban su enseñanza a la diversidad de los alumnos. Aunque algunos países están avanzando hacia la inclusión, la segregación sigue existiendo. El informe denuncia además que en relación al alumnado con discapacidad, las leyes de al menos el 25% de los países definen lugares separados para la enseñanza, el 10% optan por la integración y sólo el 17% por la inclusión. En los países de la OCDE, además, más de dos tercios de los estudiantes inmigrantes asisten a escuelas donde al menos la mitad de los estudiantes son inmigrantes. Los docentes, los materiales didácticos y los entornos de aprendizaje suelen ignorar los beneficios que entraña aceptar y valorar la diversidad y alrededor del 25% de los docentes señalan que hay una gran necesidad de formación profesional para enseñar al alumnado con necesidades especiales.

La crisis de la covid ha puesto de manifiesto que las brechas sociales ahondan aún más las desigualdades en el sistema educativo. Esta crisis además ha acelerado la transformación digital en la enseñanza y uno de los desafíos está también en que la tecnología permita un aprendizaje más acorde a los retos de la sociedad digital y que sea accesible para todo el alumnado evitando brechas tecnológicas.

Cuando escucho estas semanas los términos del debate en torno a la nueva Ley, me da la impresión de que estamos hablando del siglo pasado y no de los retos de un sistema que tiene que educar a jóvenes del siglo XXI. Seguimos planteando los mismos dilemas de siempre y haciendo trampa en el discurso de la libertad de padres, los curriculum y el español, como si de verdad estuviera en riesgo la enseñanza del español. Sin embargo, no estamos poniendo el acento en lo realmente importante. Deberíamos estar hablando del reto de un modelo educativo inclusivo y de calidad, de acabar con la segregación en las aulas, de la formación del profesorado, de nuevas metodologías docentes y de aprendizaje y de transformación digital.

No es la libertad lo que está en juego, sino la capacidad de abandonar etiquetas estigmatizadoras que se siguen imponiendo a los niños y niñas en las aulas. La inclusión no es solo una opción es una obligación y un objetivo inaplazable de la agenda 2030 para un desarrollo sostenible. Quedarse de brazos cruzados tampoco es una opción, y creo que esta Ley se ha quedado vieja antes de estrenarla. Probablemente hubiera sido necesario un debate más amplio y profundo por parte de la comunidad educativa y personas expertas y menos ruido por parte de los grupos de presión de siempre.

Articulistas