“Nueces” en Despeñaperros

    07 mar 2021 / 17:13 H.
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    Esa fuente de sabiduría que es nuestro ancestral refranero nos ofrece perlas que vienen que ni pintadas a esta situación que atravesamos. Conocida es la expresión “Mucho ruido y pocas nueces” y a ella hemos de referirnos con dolor, pesadumbre y amargura. Jaén es, no ya la olvidada, sino la inexistente. No la que se deja de lado sino la que, simple y llanamente, no aparece en listados, sugerencias, adjudicaciones, propuestas, mociones, asignaciones o cualesquiera otras acciones que conlleven miradas y latidos de futuro para sus ciudadanos. Últimamente, al hilo del censurable episodio de la pérdida del Centro Logístico del Ejército, se diría que las almas jaeneras han despertado del letargo y se han asomado al balcón de la historia armadas de ruido. Un estruendo que, en principio, pareció impulsar a “las autoridades locales competentes” a levantar la voz contra “sus amos”. Alguna que otra misiva, ciertas declaraciones, pinceladas sueltas que parecían aglutinar reclamos de posiciones irreconciliables políticamente y que se agrupaban, supuesta y presuntamente, para defender a lo que casi es solo un ente incorpóreo: Jaén. Pero el ruido, a esos niveles, empezó rápido a difuminarse entre tomas de contacto, avisos, retranqueos de posturas y fulminantes amnesias galopantes aparecidas como por encantamiento tras el hipnótico péndulo de las directrices políticas. Solo los sufridos, sufrientes y escaldados jiennenses notaban que su corazón se aceleraba frente al desprecio, el ninguneo, el olvido y el desaire viendo la displicente tendencia a una sibilina prescripción de hechos flagrantes en que alguien pensó dejando el tiempo pasar.Y esas gentes, nosotros, volvimos al ruido. Ensordecedor si se quiere, pero circunscrito y encajonado en un ámbito en el que se procuró atenuarlo. Ahí nos encontramos, silenciados a pesar del grito, amordazados por hermetismos que juegan en ligas que se nos escapan. Ya tenemos el ruido de nuestra parte, pero el sonido necesita de un emisor, los jiennenses doloridos, asqueados, quejumbrosos, y de un receptor. Y, ¡ay! ¿Quién nos escucha? ¿Quién nos tendrá en cuenta? Ahora faltan las nueces. Los resultados. El futuro ansiado. Quizá Despeñaperros sea el escenario que amplíe nuestro grito, el foco que ilumine anhelos inmemoriales, el martillo que derribe el muro que parece encerrarnos en el agobio de lo perdido. Hoy, cuando estas ilusionadas líneas vean la luz posiblemente se esté abriendo una puerta nueva, una ventana por la que respirar el impoluto porvenir que se nos cercena inmisericordemente. Despeñaperros puede, y debe, ser el primer paso de la siguiente etapa en la que recolectar esas nueces que merecemos y que se nos escamotean una y otra vez.

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