Noticia de Jaén

    20 nov 2019 / 09:18 H.
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    Releo con gusto las páginas trenzadas en oro que le dedicó mi maestro, y más, Camilo José Cela, a nuestra tierra, a Jaén, en su primer viaje andaluz. Camilo me enseñó a no tener miedo al trabajo, a inmiscuirme con curiosidad popular en la esencia de los lugareños, y a pergeñar diccionarios, libros, obras literarias, en definitiva, “bienes públicos” —la expresión es suya— que facilitaran llevar la sabiduría mundana hasta los potenciales lectores, ávidos en el aprendizaje que todo vagabundo del arte popular pudiera o supiera llevarles en forma de trazo escrito.

    Cela, siempre en mi recuerdo, me hace viajar en el tiempo, su ágil pluma laminada en el precioso metal del escriba, cuyo trazo, no carente de sensibilidad y arte literarios, nos hace estremecer y sucumbir, embadurnados de placer, frente al arte de la escritura con mayúscula. Cela y Jaén, Jaén y Cela, y en medio alguien que sirvió a Cela —un servidor— sin perder jamás la perspectiva de su tierra. Mi diccionario geográfico popular de Jaén fue mi propia tesis, dirigida por el hombre —no es la primera vez que hago un manifiesto público— que trazó esas páginas de geografía errabunda, o el que fue capaz de seducir, literariamente hablando, a su propia madre con una prosa sin igual y una técnica tan personal como la que se vislumbra, subyace y aflora en viaje a la Alcarria y solo por traer a colación un ejemplo. Recuerdo a Camilo sentado en su taller de creación, su gafa, en ademán de ser subida por su dedo corazón, el de su mano izquierda, mientras tanto, desde su mano derecha, mostraba sus dotes de creador poseído por el espíritu de la inspiración, e iba trazando surcos en el papel, senderos que le llevaron al éxito más fulgurante y a la victoria: “El que resiste, gana”, nos decía. Sus hojas: unos simples folios en blanco, a veces unas libretillas de colegial, soportes de su letra menuda, ¡menuda letra!, el perpetuo dibujo de cada una de las grafías de nuestro alfabeto con el eterno sello de un clásico. Cela amó a nuestra tierra, no en vano vuelvo a aconsejar el primer viaje andaluz, un libro en el que se dicen muchas cosas del olivar, de ciudades magníficas como Úbeda, Baeza, o el propio Linares... Porque sí, Jaén también está en la esencia de un Nobel.

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