Nogué: cartel Jabalcuz

17 jun 2024 / 12:33 H.
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Aunque el concepto de cartel, síntesis del ojo y la idea, es rastreable desde muy antiguo, fue en el siglo XIX cuando comenzó su definición estética, conducido y respirado al calor de magníficos pintores y un soberbio maridaje derivado de procedimientos tales como la litografía. Un modo en fin, de reproducción de formas trasladadas al papel mediante la presión sobre un soporte plano de piedra caliza previamente entintada. Mediante adherencias y reservas, se consiguen bellísimas imágenes planimétricas de brillante y neto cromatismo. Todo ello, logrado por superposición y gran economía en el empleo de tintas. Procedimiento, cuyo inicio parte de un modo de impresión deudor de la reproducción de partituras musicales impresas y difundidas en la Alemania que ponía fin al siglo XVII, de algún modo, con no poca analogía en cuanto hace a los fines de naturaleza de difusión musical. Nos referimos a la impresión más reciente de partituras dedicadas a la música de tango impresa en Argentina, hoy coleccionables y muy buscadas. Sin embargo, es lo cierto que el cartel, tal y como nos ha llegado tras su desarrollo en el siglo XIX, nos viene de la mano de bonísimos pintores entre los cuales figuran un grupo de artistas franceses de gran talento y, entre estos, dos muy notables: Pierre Bonnard y Toulouse Lautrec. De este, entre otras singularidades, es destacable su impronta en la última estampación, soslayando totalmente la narrativa del texto en favor de la imagen. Obra que pone de manifiesto la impresión de la figura ocupando toda la superficie y con ello, el origen de un discurso de contemplación que da la vuelta a los inicios del cartel tal y como apareció tras la creación de la imprenta de Gutenberg y, de otro lado, su concepto sutilmente emparentado con el Leonardo que hace del ojo el punto central de su investigación sobre cualquier realidad.

Hablamos, obviamente, de otro concepto de cartel. Este es un cartel procedente de la necesidad de publicitar productos industriales de todo tipo, en cuyo devenir cuenta la sutileza del arte japonés. Fusión, de algún modo, que nos lleva a los afiches impresos con filiación modernista y muy notable respuesta en España con artistas, entre otros, tales como Ramón Casas. Magníficos ejemplares con vigencia hasta los primeros cinco lustros del siglo XX, fecha , probable, de este certero y bien armado cartel firmado por José Nogué, reconocido artista catalán, afincado en Jaén en 1922 como profesor de la entonces Escuela de Artes y Oficios. Pintor, por demás, tan adentrado en la sociedad jaenesa de aquellos días, como cercano a nuestra memoria a través de numerosas imágenes entre las que figura esta que nos hace pensar en el añorado balneario que vertebra el presente trabajo. Por lo demás, lugar de referencia para los jaeneses, pero también lugar de encuentros familiares y de cita de aquella juventud que, con preferencia de sábados y domingos, decidía introducirse en las aguas de aquel lugar, cuyos tiques estaban al cuidado de un matrimonio, quiero recordar, procedente de Torredonjimeno. Él, también dedicado a la atención de las termas de varones. Durante las temporadas que asistí al referido lugar, encontré aquel mostrador pintado de verde tras el cual y detrás de la señora que entregaba los tiques y prestaba atención a las termas de mujeres, figuró este cartel, resuelto mediante técnicas al agua, anunciando con cabal precisión “una Suiza en Andalucía a 6 kilómetros de JAÉN”.

Mero recuerdo de un tiempo ya muy pasado y, probablemente también perdido a la hora de conservar, como puede advertirse en el afiche, un sitio de referencia que ahonda la entidad de esta ciudad, como colonia de veraneo, balneario de aguas termales, rico en verdor y crecido en extensión de jardines bien trazados, a los que. evocadoramente, hace referencia el trabajo de Nogué sin ocultar la nieve que en los inviernos caía sobre Cerro Negro. Sí, tras la principal entrada del balneario, colgada en el lado izquierdo con dirección a las termas reservadas para mujeres, la obra daba noticia del lugar. Sintética y con absoluta economía de tintas, nos advierte de su hechura conceptual, acorde con la estética de una época de pensamiento posmodernista un tanto catalán, ya abandonados los efluvios de arte novó más ortodoxo. Pieza, también conviene precisarlo, aún no intervenida por la dominante geométrica del cartel poscubista que alcanzó notabilidad y aceptación en la Europa maquinista y bélica, muy de observar también en los carteles de la España que transitó entre los años que van de 1936 a 1939.



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