Necesidad de reiterar
Algunas noticias de este tiempo, contrastadas con la depravación de otras anteriores, me reconcilian con el presente. Aún recuerdo, recién cumplidos 5 años de edad como otro niño que no doblaba la mía, cumplió el encargo que le hiciera su padre consistente en colgar de la rama de un olivo a un perro viejo que ya arrastraba el vientre por el suelo. La crueldad, de este recuerdo que en numerosas ocasiones ha visitado mis sueños, resulta levemente aminorada ante la noticia de estos días de que dos ciudadanos han sido condenados a penas privativa de libertad por maltrato a un perro, al que le han cortado parte de una oreja, por razones estéticas. Ojalá el caudal de la clemencia y de la compasión discurriera siempre, dejando al descubierto lo abyecto del comportamiento humano del pasado. Pero no es así, el flujo de las insensateces, la constancia de las tragedias se manifiesta, en ocasiones en sentido contrario, de manera que lo pretérito deja mejorado lo que en este momento acontece. Por ello, respecto de aquello que necesitamos reiterar, se trae a colación la reacción, justa o injusta, de la totalidad de las naciones árabes contra la decisión de la ONU de constituir en suelo de Palestina, el estado hebreo. En la tercera década de este siglo, vista la retransmisión del genocidio de que está siendo objeto el pueblo palestino, ¿dónde están las entonces belicosas naciones árabes que pretendían arrojar al mar, al recién nacido estado hebreo? ¿Por qué se adopta ese ominoso silencio? Y quede meridianamente claro que disentimos de toda suerte de violencia personal o institucional, sea árabe o hebrea. Las vilezas en este caso se manifiestan en la falla de pronunciamientos de condena por el exterminio que se está produciendo en Gaza. Alguna agudeza critica albergan quienes todo lo reducen al superior juego de la política, significando, al respeto, cómo los 4 años del mandato de un personaje como Trump, pueden desconcertar al mundo, suministrar tensiones que pudieran desembocar en catástrofes irreversibles. No se dónde leí una cita de Germán que, en parte, comparto: “Cuando no se elige al más animal de todos, parece que no es realmente democracia”. Y sí puede afirmarse con absoluta convicción que la masacre de gazatíes tiene autoría directa en Gobierno israelí que goza del apoyo del Lobly mas poderoso de la mas poderosa nación de la tierra, así como del silencio pusilánime de sus hermanos árabes, y la conveniencia aderezada de cobardía de varias de las democracias liberales de Europa. Quien no se ha mostrado indiferente de la ignominia que comentamos, ha sido en este caso la Iglesia Católica la cual ostenta toda la legitimidad para denunciar la vulneración de los derechos humanos, se ponga como se ponga Don Santiago, el cual, tal vez, pretenda, como hiciera Franco, que el palio eclesiástico cubra sus juicios perniciosos sobre la emigración y sobre el arabismo, en general. Acaso, cuando la presente reflexión se vea publicada en este Diario, el genocidio sobre Gaza habrá alcanzado la fase del exterminio al obligar a quienes hayan sobrevivido a que abandone sus ruinas y a que sobre las mismas hay proyectada una urbanización de lujo, y se produzca o no tal circunstancia, el solo anuncio de la misma ya revela no solo la ignominia del Presidente de una gran nación sino, lo que tal vez sea más importante, el desplome de la autoridad moral que tenía atesorado el pueblo hebreo.