Nadie es imprescindible
Cada mañana leo esta frase, pues la tengo escrita en una nota que he pegado en la nevera. Creerse imprescindible es algo que nos puede hacer daño. Si pensamos que somos los únicos que hacemos bien las cosas, los únicos que podemos solucionar ciertos problemas tanto laborales, como domésticos o familiares, acabamos soportando una carga que excede a nuestras fuerzas. La mochila se llena de los problemas ajenos, cuando deberíamos reservarla para los propios, que ya suelen resultar demasiado pesados. Puede dolernos que nos digan que no somos imprescindibles, pero yo distinguiría las personas que lo dicen a la cara de los que van por detrás, murmurando a nuestras espaldas. Los que van de frente se preocupan por nuestro bienestar, saben que necesitamos parar, tomar aire, pensar y cuidarnos. El autocuidado es fundamental, sobre todo en este mundo tan acelerado en el que nos ha tocado vivir, lleno de estímulos que nos impulsan a ser los más rápidos, los más productivos, los más en todo y para todos. Nadie es imprescindible, en el momento que comprendamos esto, que un día no estaremos ahí y que el mundo seguirá girando, empezaremos a vivir de verdad, aprovechando los momentos cotidianos para ser felices.