Miedo,
inquietud y caos

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Este estado de alarma es como una guerra contra la enfermedad, un estado de alerta constante y es lógico que el temor se dispare. Estamos desarbolados, sin una medicación específica contra el virus que, día a día, incrementa el número de infectados y de fallecidos. Nadie sospechaba lo que se nos venía encima. Esto es una guerra pura y dura por mantener la salud. Es lógico que el temor se haga preso entre la ciudadanía, la situación en que vivimos es tan extraña que nos deja KO. Se ignora todo de esta enfermedad. Es de suponer que estarán los científicos colapsados estudiando y ensayando al cien por cien. Lo peor, pienso, es si de forma repentina lo tendremos ya instalado de por vida y nos visitará los otoños. ¿Aquellos que la han padecido los harán más fuertes? Entre sí y no, la inquietud crece. Pobres de aquellos que no sepan vivir en soledad. Hay personas que les produce una tragedia el estar enclaustrado en sus casas. Los niños son los peores de conformar, tiran sin piedad de sus padres hacia la puerta para que les saquen. Igual nuestras queridas mascotas. Nos dicen con la mirada, “¡Vamos! ¿Qué ocurre? Lo peor es que nos encogemos de hombros y mentalmente decimos: No sé.

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