Mi médica de cabecera

    23 may 2021 / 00:45 H.
    Ver comentarios

    Tengo una sensación dual. Si por un lado me alegro enormemente de que se jubile tras 41 años subida al andamio de la sanidad pública (35 en el Polígono del Valle, que no es moco de pavo), por otro estoy más cabreado que una mona: la mera sensación de no encontrármela en el centro de salud me pone de los nervios. Yo, que soy un descreído patológico, siempre la he admirado y respetado siguiendo sus consejos a rajatabla. Ella trasmite esa serenidad que precisas cuando los achaques y las dudas te abruman: es el paradigma de la empatía y la representación viva de la doctrina hipocrática, con lo que eso duele en estos tiempos de mierda. La he visto lidiar desde los inicios dramáticos del VIH hasta los actuales de esta pandemia, con el mismo talante y talento, toreando a dos manos, con la guasa necesaria y el rigor pertinente para sobrellevar los envites sanitarios y las incomprensiones de los mandamases de turno, más preocupados casi siempre por lo cuantitativo que por lo cualitativo. Pilar Ruiz Ortega, doña Pilar, siempre ha trabajado en el ámbito del Diraya (el conocimiento) como apuntaba Averroes y así la vamos a recordar sus pacientes.

    Articulistas