Meterse en los charcos

    22 abr 2023 / 10:33 H.
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    La pertinaz sequía como argumento de desastres está tan enraizada en la idiosincrasia española, como lo está en el argumentario festivo la celebración de centenarios con un “vino español” y sus gambas en gabardina. Se dice, con algo de resentimiento, que España es una patria que conmemora sus centenarios alimentándolos con gambas en gabardina. Es decir, con poca gamba y mucho relleno. Es el “ni chicha ni limoná” de nuestra cultura gastronómica que contagia la forma de planear los proyectos importantes en este país. Y a eso le unimos lo de acordarnos de Santa Bárbara cuando truena, y del santo patrón del pueblo cuando no llueve, recurriendo a las gambas en gabardina para salir del paso con una tapa que llena la andorga con cierto postín siendo barata.

    Tristemente no llueve, y añoro aquel curso que hice cuando las nieves del tiempo comenzaron a platearme el bigote, titulado: “Delimitación y acotamientos de charcos para no meterse en ellos”. Lo mejor fueron las prácticas al aire libre junto a las orillas de los charcos en los que uno no quería meterse por nada del mundo.

    ¡Cuánto aprendí entonces para sobrevivir en esta selva de falsos tarzanes, de leones de medio pelo y poco rugido, de lianas que se rompen al mirarlas, y muchas monas Chita de Amazón!

    No soy el único a quien se le ponen los pelos como escarpias cada vez que se topa con alguien que se arroga el privilegio de hablar en nombre de Dios, porque la mayoría de las veces, tras esta sutil prerrogativa de los que se atreven a interpretar los deseos divinos, acaban escondiéndose sutiles pretextos para justificar intereses económicos —algunos inconfesables—, ambiciones de poder —muchas insaciables—, y personalísimas soberbias —con bastante “santa ira”—. ¡Hasta para hacer que llueva! Uno, que ya cuenta en su haber con acantilados y precipicios en los que rugen los desencantos y aúllan los espantos, ha conocido a sesudos ateos que de tanto negar a Dios han acabado creyendo en él, y a “piadosos” creyentes que portaban con la misma desfachatez hipócrita la cruz en el pecho que el diablo en los hechos. Unos cantan “¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva!”, los otros “¡Que no llueva, que no llueva, la bruja de la cueva!”. Cuando la realidad es que tiene que llover a cántaros.

    Mi relación con los charcos es de amor y odio. Mi abuela Encarna, de niño, me regaló unas botas para meterme en los charcos cuando lloviera, y la pertinaz sequía de aquellos años dio lugar a que las botas se me quedaran pequeñas y nunca me las pude poner, ni meterme en los charcos como Dios manda. Desde entonces siempre envidié a Gene Kelly, que pudo cantar bajo la lluvia un año antes de que yo naciera, ¡y meterse en los charcos saltando sobre ellos!

    Yo suelo presumir sin piedad ególatra de media docena de cosas: De haberme casado con mi mujer y de seguir con ella, de llevar 35 años sin fumar, de que Fray Leopoldo siendo yo niño me tuviera en brazos, de que me bautizarán en la misma pila que a Alonso Cano, de que la NASA me diera una beca, y de, como buen “granaíno”, tener registrado el dominio malafolla.es que lleva a mi blog, en el que siempre procuro tender puentes para salvar todos los charcos. Aunque nunca le perdonaré a Gene Kelly que no me esperara a que yo naciera para cantar juntos bajo la lluvia metiéndonos en los charcos de la alegría, y no en los de crearle desconcierto, miedo y odio al prójimo. ¡Ah, presumo de dos cosas más! De cantar por las mañanas mientras me afeito aquello de “pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”, y de cantar el bolero de Manzanero “esta tarde vi llover, vi gente correr...” ¡Y no estaba yo, ni falta que hacía!

    Con los años aprendemos que, si en la juventud fuimos capaces de desafiar todas las reglas de los pantanos, ya de mayores nos arriesgamos a secundar todas las excepciones de las sequías, con la esperanza de que algún día podamos sentirnos como cuando no queríamos mojarnos por nada del mundo.

    ¡Y pensar que yo de mayor quería ser niño y meterme en todos los charcos!

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