Merece la pena no olvidarlo

    27 feb 2025 / 09:50 H.
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    La proclamación del Rey Juan Carlos el 22 de noviembre de 1975 con el general de cuerpo presente no fue un cuento de hadas; las fotos recuerdan el boato de la liturgia monárquica, aunque el franquismo real seguía en la calle. Para quienes lo vivimos, celebrar el hecho necrológico, aquellos días oscuros, es un insulto a la inteligencia; la procesión iba por dentro. El compromiso formulado por el Rey abría una ilusión y una esperanza, pero el entorno era gris; los derechos y libertades —la ausencia de ellos— eran los mismos que cinco años antes y Arias Navarro era presidente del Gobierno. ¿Qué celebrar en ello? Cuando el monarca, con el apoyo de Torcuato Fernández Miranda y los buenos oficios de José Mario Armero por la oposición, logró del Consejo del Reino la propuesta de Adolfo Suárez y éste de las Cortes la aprobación de la ley de Reforma Política a finales de 1976, aquella esperanza aclaraba el panorama español y dio inicio la Transición. Entonces será cuando debamos conmemorar que los españoles, con un gran Rey y unos partidos de comportamiento ejemplar —entonces— sentaron las bases de la convivencia y alumbraron la Constitución de todos que celebraremos dentro de tres años.



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