Margarita en el jardín

    19 feb 2022 / 16:30 H.
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    Los dioses yerran. Y los que somos gente normal erramos errantes sin ton ni son. Sin saber de qué tono es nuestro error, ni de qué son es nuestro errar. Hay muchas letras en cualquier árbol y en un solo momento vemos la corteza llena. Son solo letras perdidas en el pasado cercano a nuestra vida. Solo un poco de tiempo delante de nuestra sombra. Y las miradas vacías de los demás que no ven sino rasguños pequeños en pieles de cien años, nos llevan a reconocer que “todo pasa y todo queda”. Porque lo que para ellos es un simple corte, para nosotros es una herida. Y aunque parece una arruga del tiempo es una eme. Y parece una mancha, pero es una efe. Y miras y miras alrededor del tronco que te conoce de toda la vida y aparecen las uves. Y las aes. Nadie las ve. Y es un lujo saber que solo tú sabes que la uve la hiciste tú queriendo hacer una eme. Y que donde pintan ases reinan reinas. Las savias resecas de los años han convertido nuestros amores en sombras para retozar al abrigo de unas cervezas. Y es entonces cuando la savia roja se nos sube a la cabeza y nos hace reventar diciendo: no busquéis culpables a las arrugas de ese jardín. Fui yo quien le puso veinte emes a ese árbol que ahora rodean las miradas huecas. Cincuenta años atrás. Por aquel entonces solo había una eme. Una Margarita que los dioses cortaron por error. Que gran error.

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