Maravilloso Raphael

15 ene 2022 / 19:33 H.
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Emilio Romero sacaba mucho a Raphael en “Pueblo”, periódico vespertino que a principios de los 70 vendía centenares de miles de ejemplares diarios y tenía una enorme influencia —aunque claro, hasta donde podía, dado el perfil de la época—. Raphael ya era aquel, y hablaba en las entrevistas de “Pueblo” como una estrella, lo que no ha dejado de hacer nunca. Porque Raphael ha sabido ubicarse en la actualidad, se trata de un artista que ha viajado a través del túnel del tiempo con la habilidad de ofrecerse permanentemente como novedad, entre otras cosas porque lo suyo es puro arte. Raphael ha vendido estilo y voz simultáneamente, escándalo, sí, esto es un escándalo. Nabokov dijo en un mal día que “El Quijote” era un libro viejo y cruel. Pero esta obra de Cervantes es inmortal: la mejor. Raphael atravesó cierta crisis profesional en los 90 —la única—, y durante una gala en el Florida Park de Madrid le falló la voz. Francisco Umbral se apresuró a escribir: “Las carrozas del franquismo se ahogan, pero Franco vuelve como ausencia”. El joven Raphael, “El Niño de Linares”, se convirtió en el cantante predilecto de doña Carmen Polo en aquellas galas benéficas por Navidad. Siglos después, Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid al frente de una plataforma en la que figuraba Podemos, lo propuso para el título de hijo predilecto de la ciudad y el pleno lo aprobó por unanimidad. “Qué nos importa”, cantaba Raphael desde la radio del bar La Unión de Jaén, en la calle Maestra, frente a la papelería Puche, y los clientes lo escuchaban mientras bebían cerveza El Alcázar y alguno ensayaba con el pie un pequeño paso de baile sobre el serrín del suelo del local. El otro cantante que arrasaba cuando entonces era Tom Jones, un tipo de una elegancia ruda y con unos patillones de bandolero, que dejaba un reguero de testosterona en cada tema que interpretaba sobre el escenario. Raphael se diferenciaba por su voz de cobre, su derroche de talento, esas cualidades de actor inmenso de las que casi no se ha hablado en estos 60 años que ahora cumple sobre las tablas, y su forma de mover las manos con levedad de viento. Alguien ha recordado que fue el primer cantante masculino que levantó los brazos y giró las muñecas en España. “Digan lo que digan”, sí.

El triunfo de Raphael es también, y quizás sobre todo, el triunfo de la honestidad. Este artista en cada concierto se emplea a vida o muerte, como si fuera el primero o el último de su carrera. Son siempre actuaciones de tres horas como mínimo. Memorables. Raphael ha llenado estadios, teatros y palacios de deportes de todo el mundo. Su rostro joven, en blanco y negro, sobre un cartelón inmenso, permaneció en los 70 durante varias temporadas en la fachada del Teatro Monumental de Madrid, a lleno diario. Raphael, decíamos, ha cumplido 78 años y lleva 60 cantando por todos sitios. Una plataforma televisiva va a estrenar el documental “Raphaelismo”, sobre su vida. Y la revista Vanity Fair lo ha elegido personaje del año 2021. Las generaciones pasan, pero Raphael y su música continúan. Las abuelas viven con melancolía sus canciones y las nietas las sienten como algo nuevo. En las iglesias se entona “el camino que lleva a Belén” como si se tratara de una oración. En los pubs del barrio madrileño de Malasaña aparcan el reguetón para vivir una “gran noche”. Porque Raphael sigue siendo aquel. En estos tiempos oscuros nos llama a que “hablemos del amor”. Maravilloso, Raphael, maravilloso.

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