Manipular con las cifras

    10 jun 2025 / 09:25 H.
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    Me confieso amante de los números, de las cifras, de los datos. Los lectores que hayan seguido mis colaboraciones en esta columna pueden constatar que siempre recurro al dato que avale mi afirmación; es más, siempre que me es posible comparo las cifras nacionales con las de la Unión Europea, USA o cualesquiera otros países de nuestro entorno. Ya se trate del crecimiento del PIB, del desempleo, del déficit o la deuda pública, del turismo extranjero, la productividad, de las pensiones o de la inflación, ninguna argumentación se puede sustentar sin los números que la expliquen y, además, como estamos en un mundo global, con la vista puesta en lo que ocurre en otras áreas económicas o países asimilables al nuestro. Ahora bien, las cifras también sirven a los amantes del engaño y de la manipulación, llámense redacciones de prensa ideologizadas, partidos políticos o departamentos de comunicación de empresas. En efecto, los números, las estadísticas, los porcentajes y las magnitudes son susceptibles de manipulación para servir a los intereses que se representan y a la imagen que se pretende transmitir. Serían innumerables los ejemplos que se pueden poner, pero seleccionaré algunos para adaptarme a la extensión de la columna.

    Es suficientemente conocida la afirmación sobre el supuesto de que “si yo me como dos pollos y tú ninguno, la media aritmética obtiene que nos hemos comido uno cada uno de nosotros”. No cabe duda de que se trata de un ejemplo burdo, pero se puede afinar más. Si quiero transmitir la idea de que la bajada de impuestos que ha realizado el gobierno es beneficiosa para los ciudadanos, titularé la siguiente noticia: “La reducción impositiva del gobierno autonómico ha permitido que cada andaluz —gallego, madrileño o valenciano— se haya ahorrado 1.450 euros al año en impuestos”. Sin embargo, estaré omitiendo que el principal recorte se ha realizado en el Impuesto sobre el Patrimonio o en el de Sucesiones y Donaciones, que solo pagan una ínfima parte de la población, o en el IRPF —tramo autonómico—, del que están exentos los contribuyentes que no llegan al mínimo establecido. Sin embargo, la idea que se transmite es la de que todos y cada uno de los ciudadanos se ha ahorrado 1.450 euros.

    Si se quiere crear alarma social en contra del gobierno de turno, se puede titular: “El número de viviendas ‘okupadas’ se ha incrementado un 20% durante el último año”. Es evidente que el impacto es mucho mayor que si afirmo que el porcentaje de las mismas ha pasado del 0,070 hasta 0,084, o de 12.600 hasta 15.000 en el año de referencia. De la misma forma, si se quiere inducir la idea de la insostenibilidad del sistema de pensiones, hablaré reiteradamente de los récords alcanzados en las facturas de los pagos a pensionistas, pero omitiré el incremento en la recaudación de la Seguridad Social, las reformas en marcha, u olvidaré comentar los efectos de la inflación sobre las prestaciones por jubilación.

    “España va bien”, decía en su momento Aznar, así como Zapatero afirmaba que “España jugaba en las Champions League de la economía mundial”. Ambos sostenían sus aseveraciones con profusión de datos sobre el crecimiento del PIB, el empleo y el parque de viviendas vacacional, pero ignoraron u omitieron que se estaba inflando una burbuja inmobiliaria que, junto al crack financiero, darían lugar a la mayor crisis económica de las últimas décadas.

    El pasado 3 de junio salieron las cifras del paro registrado por el Servicio Público de Empleo Estatal —SEPE—. A la vista de las mismas, digo la verdad si afirmo que “España tiene un total de 2.454.883 desempleados, la cifra más alta de la UE”, como tampoco miento al titular: “El paro registrado baja de los 2,5 millones por primera vez en 17 años”. Ambas afirmaciones son ciertas, pero transmiten imágenes bien distintas de una misma realidad. En definitiva, con el mismo nivel de agua en una botella, la podemos ver medio llena si queremos transmitir una visión optimista y positiva, o medio vacía cuando se pretende reflejar negatividad y pesimismo. Sí, con las cifras se aclara y fundamenta, pero también se manipula.

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