Maestro (y profesor) Esplá

20 jun 2025 / 08:51 H.
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En todas las épocas se necesita ese torero pensador, que se mueve fuera de la plaza, en los ámbitos sociales, políticos o culturales, sabiendo representar, defender o explicar, no solo la historia, la técnica o las suertes del toreo, sino también la dimensión literaria, humanística y filosófica de un arte contado, cantado y pintado por nuestros más insignes artistas. En ello anduvieron —cada uno en su tiempo— Romero, Paquiro o Joselito, respetados lo mismo en los ambientes cortesanos que en los populares. Y cuando se quedó solo, fue Juan Belmonte el más claro ejemplo inspirador. Aunque sin duda, sobre la integración de la tauromaquia con las letras es el polifacético Ignacio Sánchez Megías el referente principal. El que dijo, por cierto, que lo de acabar con los toros, vale, pero cuando toque. Que delante había que poner otras cosas como el hambre o la guerra. O sea, que por orden. El mismo al que una nueva y nefasta decisión del ministro de cultura ha dejado fuera del homenaje previsto a la generación del 27, obviando que fue el propio torero su auténtico promotor y benefactor.

Si a día de hoy hay un matador de toros —toreador prefiere llamarse— que en los últimos tiempos haya cumplido con esa función cultural, didáctica y divulgativa de lo que en el fondo y en la forma significa la tauromaquia ese es, sin lugar a dudas, el maestro, o mejor llamado en este caso, el profesor Esplá. La de este verano será la quinta edición en la que, como director y docente principal, participará en el curso de verano organizado con el apoyo de la Federación Taurina y el Colegio Oficial de Veterinarios de Jaén, en la sede Antonio Machado de Baeza de la Universidad Internacional de Andalucía. Un curso reconocido precisamente por la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía con el premio a la Defensa de los Valores Taurinos y la Promoción de su Cultura en la provincia de Jaén.

Estamos ante un torero que no se sabe bien si es que ha ido reflejando en la plaza de toros los conceptos que manejaba para andar por la vida, o al revés. Que los conceptos que ha ido aprendiendo en la lidia de los toros los ha trasladado y reutilizado para entender y sobrellevar mejor los conflictos y avatares de la propia vida. O sea, que no sabríamos decir si estamos ante un filósofo torero o ante un torero filósofo. Pero lo cierto es que esa manera de explicar el toreo dentro y fuera de la plaza ha hecho que varias generaciones lo tengan —lo tengamos los que le vimos, pero también jóvenes aficionados, aunque no le vieran en la plaza— como referente, identificándonos con su forma de andarle a la vida y a los toros, formando una corriente humana que alguien ha bautizado ya con el nombre de esplasismo. Y que no es otra cosa que esa forma rebelde de estar en la plaza y en la vida, educada pero irreverente y nada conformista. Ese ser y torear clásico e innovador, íntimo y figurativo, que construye la faena lógica y compartida, conociendo los terrenos, respetando las distancias, dejando lucirse al toro, sabiendo escuchar, políticamente incorrecto y que —sin ostentación— defiende una fiesta disimulada hoy por complejos absurdos y esnobismos más o menos “verdes”. Huye de esquemas precocinados, pasa de tópicos y mata recibiendo. El esplasismo no cree ni que deban existir los esplasistas. Gracias por todo y enhorabuena, profesor.

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