Los vaivenes del azar
Nadie duda de que existe la suerte, pero está claro también que no todo se debe a su sola presencia o intervención. La suerte la buena suerte, hay que buscarla. Si no juegas no te toca. La mala viene sola, aunque ayude mucho el hecho de estar mal colocados ante los problemas. Cuestión de actitudes, de capacidades, de aptitudes y de voluntades. En los toros está muy presente la suerte, tanto como la muerte, que al fin y al cabo es lo que hay que obviar, sortear o ejecutar. Quizás por eso, curiosamente, en los toros se llama suerte tanto a cada uno de los pases como a cada fase de la lidia. O dicho de otra forma, a cada encuentro con el toro y a cada período de tiempo —tercio— que lleva el nombre de —o se lleva a cabo con— artes o avíos diferentes. Las varas, o puyas, las banderillas y las espadas. Y en el saber usar la herramienta para lidiar con el toro, expresando al mismo tiempo la diferencia con respecto a los demás, es donde se demuestra el arte, más allá de los defectos del artista que, por tenerlos, expresa y transmite de manera diferente lo que siente. Porque si somos diferentes los unos de los otros —que lo somos— quizás sea más por nuestros defectos que por nuestras virtudes. Con las nuevas tecnologías podemos anticipar cada vez mejor lo que nos va o nos puede pasar. La búsqueda afanosa de la propia seguridad que muestra el hombre moderno procura siempre reducir en lo posible los efectos del azar. Y eso puede ser hasta peligroso porque el azar, lo dice Julián Marías, “nos libera, nos permite tener esa efervescencia de la vida capaz de dejarse afectar por las cosas”.
La vida que busca controlarlo todo tiende a la insensibilidad hacia uno mismo y hacia los demás. El azar hace que una gran faena se acabe pinchando con la espada aun habiendo entrado por derecho. El azar hace que una riada te arrastre o que aparezca una mano milagrosa que te salve. El azar suele ser caprichoso. Pero siempre puede verse afectado por actuaciones externas, o por coincidencias menos azarosas que hubieran evitado o menguado el mal propio y el desastre. La dana o “gota fría” y posterior riada en Valencia y Albacete, ha cambiado drástica y trágicamente la vida personal de muchísima gente y la vida en comunidad de toda una región de España. A doscientos treinta, no es que les haya cambiado la vida, es que directamente se la ha quitado. A los que, perdiendo todo, se salvaron, la suerte ahora les debería ayudar. La suerte y la ayuda rápida y eficiente de todos nosotros.
En los vaivenes del azar tenemos que ver todos, influyendo en sus cambios cuando actuamos, cuando trabajamos, cuando malvivimos o cuando votamos. Hay quien no quiere sortear los toros por si le sale el peor lote, pero la historia demuestra que en el mismo sorteo te puede tocar también el mejor. El azar, en la vida y en los toros, es un elemento fundamental que, para bien o para mal, tenemos que aceptar. Cada uno llevar a cabo la lidia del mismo. Con más o menos arte, con más o menos gracia, con más o menos valor o con más o menos elegancia. Cada uno con lo que tenga. Llega la Navidad y ya mismo los niños de la lotería estarán cantando el gordo. Que Dios reparta suerte. “Fue sin querer. Es caprichoso el azar. No te busqué, ni me viniste a buscar. Tú estabas donde no tenías que estar. Y yo pasé. Pasé sin querer pasar”. (J.M. Serrat).