Los hebreos
Me hubiera gustado ser yo quien inventara el tiempo. Me imagino contando mis pasos de sol a sol para terminar diciendo que un día son tantos pasos y esos pasos son la distancia que hay del lugar de partida al de llegada. Me imagino pensando que si el espacio es infinito, el tiempo también debe serlo. Las leguas son tiempo, los metros son tiempo. El tiempo es distancia y viceversa. Como todos los pueblos, los antiguos hebreos también lo midieron y llegaron a la conclusión de que había de existir una mínima expresión del tiempo de donde partir. Una distancia, un tiempo mínimo. Le llamaron helek (también halakim). Su cálculo fue tan exacto, a la vista de los tiempos modernos, que un helek dura tres segundos y un tercio de segundo. Justamente 3,33333 periodo. El día hebreo comienza con el primer rayo de sol que aparece en el horizonte y termina con el último destello. El Sol y la Luna. Sus luces y sus sombras. Aquellos hebreos antiguos, que redactaron la biblia, dieron una diferencia en tiempo, en heleks, entre cada momento bíblico. Dieron por medido el tiempo. Los nanosegundos, los milisegundos, los segundos, los minutos, las horas y, finalmente, después de miles de años, dieron por concluido su trabajo. Una hora serían 1.080 heleks. Un día serían 25.920 halakims. Guarde el lector este texto hasta la semana que viene.