Los enanos

30 sep 2019 / 08:46 H.

No les voy a hablar de la novela “Los enanos”, que en 1962 publicó Concha Alós, en la que se trata, entre otros, de los problemas de la pobreza y de la ignorancia, aunque 60 años después continúan vigentes en la vida de muchas gentes. La novela viene a decir que en el mundo los enanos no son solamente los seres que sufren displasia ósea, sino que existen otras variadas clases de enanos que se notan en la mezquindad, la avaricia, el snobismo y la estrechez de mente de muchas personas. Voy a hablar de los enanos con el máximo respeto y hasta con admiración, porque un gran número de esas personas pequeñas hicieron feliz mi infancia y aún me siguen evocando hermosos recuerdos que me reconfortan. No salgo de mi asombro, porque no lo entiendo, que la Asociación Inclusiva Cocemfe, protectora de personas afectadas de displasia ósea que provoca el enanismo, se haya puesto hecha una furia pidiendo la suspensión del espectáculo cómico-taurino anunciado para la Feria de San Lucas, porque considera que es una burla, un insulto, un menosprecio a las personas que sufren esta enfermedad. No entienden que estas personas son artistas, toreros cómicos, acróbatas, músicos, a los que cierra las puertas para obtener un trabajo al que tienen derecho por ley. Prohíben los circos, las llamadas charlotadas y hasta prohibirán la representación del cuento “Blancanieves y los siete enanitos”. ¿Qué camino posible les queda a estas personas para poder integrarse a la sociedad? Ni en el circo ni en los ruedos el público se ríe de los enanos sino todo lo contrario, son ellos con su arte los que hacen que ría y se divierta, que los admire y lo aplauda. Ya lograron que desapareciera la estela de Pablo Celis, el inolvidable bombero torero que hizo famoso a su grupo de enanos en todas las plazas de toros del mundo. Entre la protección a los animales y ahora la protección de los pequeños han quitado a cientos de seres humanos la posibilidad de ganarse la vida con dignidad, con respeto y orgullo. Estos señores y señoras de las asociaciones protectoras parece que a veces padecen estrechez de mente poniendo trabas a un derecho fundamental: el del trabajo. Me gustaría saber qué opinarían de esta petición de prohibición los que ven perdido el trabajo que les proporciona no sólo el sustento de sus familias, sino el aplauso de los públicos que van a verles actuar para disfrutar de su argucia y su talento.