Lo que quieras, cuando quieras
Esta noche quiero que me traigan la comida a casa, aunque sean casi las once y estén cayendo chuzos de punta. Con lo cómoda que estoy yo en el sofá, ya en pijama y pantuflas, ¿cómo voy a molestarme en preparar la cena? Mientras llega el repartidor, probablemente empapado como una sopa, voy a comprar unas cosillas por internet, que me hacen falta para mañana y esta tarde no me ha pedido el cuerpo salir de tiendas. Y es que el tiempo este es un fastidio, que sí, que ya sé que es bueno para los olivos, pero ya podía haber llovido antes, que se ha perdido mucha cosecha. En fin, hago el pedido y, como siempre, me asombra la rapidez de la entrega. Da igual lo que pidas, un recambio para el coche, una crema de pepino o un matasuegras, al día siguiente lo tienes en tu casa o en el punto de recogida, que da pena ver como los comercios colaboran con el gigante de Amazon, mientras observan cómo los devora poquito a poco. A veces, me pregunto quién preparará mi pedido, probablemente lo hará a altas horas de la madrugada, trabajará a turnos, dormirá mal, apenas verá a su familia y ganará el salario mínimo. ¿Y a mí qué?, yo tendré lo que quiera y cuando quiera, lo demás no es de mi incumbencia.