Llegó, venció y se fue

Filomena llegó, arrasó con buena parte de España, especialmente Madrid, y se fue a otros lares. Probablemente llegara a otros países donde estarían más acostumbrados a fenómenos de estas características que no son propias de lo que se pudo ver en España. Hoy, Filomena forma ya parte de la historia, pero ha dejado al descubierto la vulnerabilidad de nuestras infraestructuras, de nuestras comunicaciones y, como casi siempre, la politización que de Filomena se ha hecho de manera interesada, culpando las administraciones de un signo político concreto a los del signo contario por lo mal que se ha actuado. Casos tristes, rozando lo macabro, como los de aquellas personas que convivieron horas con los cadáveres de sus seres queridos fallecidos en casa, a la espera de que llegaran los servicios fúnebres, deberían hacer recapacitar a los políticos para que aparcaran sus disputas partidistas y trabajaran para que en un futuro, si aparece otra Filomena, los ciudadanos padezcan de manera mínima sus consecuencias, o que al menos, perciban unidad en los que deben tomar decisiones.