Liderar es ser

    31 jul 2025 / 09:04 H.
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    Decía Ralph Waldo Emerson, en relación a la confianza en uno mismo, que lo que eres habla tan fuerte que no me deja oír lo que dices. ¿Qué pasaría si aplicamos esta idea, sin rodeos, al concepto de liderazgo? Quizás descubriríamos que no lidera quien más ordena, ni quien más destaca, sino quien más se parece a sí mismo. En tiempos donde el disfraz social es norma, ser auténtico no es solo una virtud; es una forma silenciosa de revolucionar.

    El liderazgo auténtico no se aprende en másteres ni se conquista con likes. Surge, casi siempre, de una forma de estar en el mundo. Quien lidera con autenticidad lo hace porque ha aprendido a escucharse, a conocerse, y a sostenerse en sus valores incluso cuando nadie aplaude. Y ahí entra en juego la integridad: ese hilo fino y fuerte que cose lo que pensamos, lo que decimos y lo que finalmente hacemos. Sin integridad, la autenticidad se convierte en capricho. Y sin autenticidad, la integridad acaba por petrificarse en norma vacía. Piénsalo: ¿qué tipo de personas nos inspiran? No son las que presumen, sino las que actúan con naturalidad, con coherencia, con respeto profundo por lo que son. Nos arrastran, no por su discurso, sino por su manera de estar en la vida. Porque muestran que es posible liderar sin dobleces, construir sin máscaras. El liderazgo que nace de la autenticidad es humilde y generoso, pero sobre todo es contagioso: nos anima a ser mejores sin exigirnos que lo aparentemos. No es fácil. Vivimos rodeados de estímulos que nos empujan a fingir, a adaptarnos, a agradar. Por eso la autenticidad es también un acto de coraje. Requiere parar, escucharse y elegir el camino largo, el que no vende atajos. Requiere convivir con el error y no disfrazarlo, aprender a decir “no sé” o “me equivoqué” sin que eso nos haga menos.

    Esa vulnerabilidad honesta es, paradójicamente, el mayor acto de fortaleza. Por eso, la verdadera pregunta no es quién lidera hoy, sino quién es capaz de liderarse a sí mismo desde la verdad.

    Ahí empieza todo. Porque quien se lidera desde la verdad, acaba por liderar a otros casi sin querer. Revisa tu día. Piensa cuándo te has mostrado sin disfraces, cuándo has sido íntegro incluso en lo pequeño. Reconócelo. Porque ese es el único liderazgo que merece ser seguido. Y el único que, tarde o temprano, será reconocido y valorado.

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