Legado positivo

    30 jul 2024 / 09:48 H.
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    En la última década, hemos sido testigos de una creciente tendencia en la que las operaciones de capital riesgo y los fondos de inversión adquieren empresas en nuestro país. Este fenómeno, lejos de ser un simple cambio en la propiedad empresarial, está creando una nueva cultura entre los emprendedores y empresarios emergentes. La mentalidad dominante ahora es escalar rápidamente para vender, y aunque este enfoque puede ser satisfactorio desde una perspectiva financiera, plantea serias dudas sobre
    el legado y la sostenibilidad
    a un largo plazo.

    El concepto de “exit”, o la venta lucrativa de una empresa tras un periodo de rápido crecimiento, se ha convertido en el santo grial para muchos emprendedores. Este objetivo, aunque legítimo y en muchos casos beneficioso, está transformando la manera en que los nuevos empresarios ven y gestionan sus proyectos. La posibilidad de monetizar rápidamente un proyecto puede ser emocionante, pero esta mentalidad también tiene sus riesgos. El principal de ellos es la tentación de priorizar el beneficio a corto plazo sobre la creación de un legado duradero.

    Podemos constatar como las empresas que han perdurado a lo largo de los años, aquellas que han sido sostenibles y han evolucionado a través de segundas y terceras generaciones, suelen estar cimentadas en valores sólidos. Estas creencias no solo incluyen la responsabilidad social y la sostenibilidad, sino también un compromiso con la comunidad y la creación de un impacto positivo duradero. Sin embargo, la nueva ola de emprendedores, influenciada por esta cultura del “exit”, parece estar alejándose de estos principios. Esta orientación hacia escalar y vender puede llevar a decisiones que sacrifiquen la ética, la calidad y la responsabilidad, en favor de los beneficios inmediatos.

    Bajo mi punto de vista, la idea de vivir para dejar un legado positivo no es solo una aspiración noble, sino una invitación a trascender nuestras propias vidas y considerar cómo nuestras acciones influirán en el futuro. Elegir este rumbo requiere una coherencia con nuestros valores y una visión a largo plazo que asegure que nuestras contribuciones sean auténticas y beneficiosas para la sociedad. Adoptar esta perspectiva en el ámbito empresarial no solo mejora nuestras propias vidas, sino que también contribuye al bienestar y al progreso de la sociedad en su conjunto.

    Los empresarios que han conseguido dejar un legado duradero son aquellos que han logrado equilibrar el éxito financiero con la responsabilidad social de manera sostenible. Estos ejemplos deben ser la piedra angular sobre la que construir un nuevo modelo empresarial que valore tanto el éxito económico como el impacto positivo, de nuevo, a largo plazo.

    Un nuevo modelo empresarial en el que cada acción cotidiana debe contribuir a tejer el tapiz de su impacto colectivo. En el que la suma de pequeñas acciones consiga tener efectos multiplicadores. Al igual que el esfuerzo diario de educar a nuestros hijos en principios de respeto y responsabilidad puede generar individuos que contribuyan positivamente a la sociedad, los nuevos empresarios deben ser educados en la importancia de los valores tradicionales y el impacto a largo plazo de sus decisiones. Todas las instituciones educativas, así como las asociaciones empresariales y los líderes de las diferentes tejidos industriales tienen un papel crucial en fomentar esta nueva cultura.

    Adoptar esta perspectiva implica priorizar el propósito y la ética en nuestras decisiones empresariales y personales. Cuando vivimos alineados con nuestros principios, proyectamos autenticidad, una cualidad esencial para influir positivamente en nuestra comunidad.

    Y si bien, la búsqueda de beneficios a corto plazo puede ser tentadora, es el impacto a largo plazo lo que define el verdadero éxito. No debiéramos olvidar que al final, nuestro legado será medido no por nuestras ganancias, sino por la huella positiva que dejemos.

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