Lecciones para aprender

07 abr 2020 / 16:19 H.
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Durante las últimas semanas empezamos a escuchar mensajes apocalípticos sobre los cambios que esta crisis va a producir, con frases tan contundentes como “nada volverá a ser como antes”. Estas mismas profecías las hemos escuchado en la crisis del 2008 y todos hemos podido comprobar que lamentablemente nada ha cambiado tanto y seguimos cometiendo los mismos errores. El ser humano se resiste una y otra vez a cambiar y las resistencias al cambio provocan que incluso triunfen partidos que ofrecen recetas viejas para problemas nuevos. Nadie conoce aún cuales van a ser las consecuencia de esta crisis. Sabemos que tendrá importantes repercusiones económicas, que se incrementará el paro, que creceremos lentamente y sabemos también que el gobierno va a poner 200.000 millones de euros para amortiguar los efectos de la crisis en los grupos más vulnerables y en las empresas. Es decir, que contaremos con un colchón para los que más van a sufrir las consecuencias de la actual crisis. Lo demás está por venir, la comunidad científica aún no tiene respuesta para esta o futuras pandemias, no sabemos si en otoño el repunte estará controlado, o volveremos a estar confinados. Tampoco sabemos si habrá vacaciones y podremos viajar y si los turistas nos podrán visitar a partir de junio. Tendremos que tener calma y esperar que los científicos, los políticos, y la evolución de la pandemia nos vaya conduciendo. Mientras tanto, se me ocurre que podríamos reflexionar y quedarnos con las cosas positivas que esta crisis nos está poniendo sobre la mesa. Primero, será bueno que todas las fuerzas políticas dejen a un lado sus diferencias y consensúen las mejores medidas para recuperarnos pronto y bien, sin dejar a nadie atrás. Segundo, aprendamos de la digitalización, que llegó hace tiempo para quedarse. El profesorado, los funcionarios, el sector servicios, todos tenemos que aprender nuevos instrumentos de trabajo para virtualizar nuestras tareas y ser más eficaces en lo que hacemos, quien no aprenda esto no tiene ni presente, ni futuro. Teletrabajar permite otro reparto de tiempos y facilita conciliar, evita contaminación y favorece la movilidad. Estamos demostrado además que no es menos productivo. Tercero, la vulnerabilidad de las personas mayores y con discapacidad en esta crisis, la desprotección a la que se han visto sometidos, y la falta de escrúpulos con la que, en ocasiones, se han conculcado sus derechos y dignidad, junto con el elevado número de personas muertas en residencias, nos llevan a la necesidad de replantear el modelo residencial en nuestro país, sustentado en algunos casos, sobre falta de profesionalidad, escasez de recursos y nula supervisión pública. Si nuestras expectativas de vida se acercarán a los cien años en este siglo, a todos nos gustará tener asegurada una vida digna y segura en todas las etapas de nuestras vida, incluida la vejez. Las víctimas mayores del coronavirus son el espejo donde mirarnos y resolver como queremos vivir y ser tratados en el futuro. Por último, otra de las consecuencias positivas de esta crisis, es el afloramiento de los mejores valores cívicos y de comunidad. Todos los profesionales sanitarios, de los servicios sociales, los agricultores, los dependientes, repartidores, etcétera, y el personal voluntario, lo están dando todo para ayudar a todo el que lo necesita. De nuevo los valores comunitarios y la solidaridad van a resolver esta crisis y no el dinero, ni las recetas del capitalismo.

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