Las palabras

26 abr 2022 / 16:00 H.
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Decir si a las palabras te ata a ellas y de su rico caudal, elijo las que, por su valor y naturaleza, me parecen de primera calidad, que son todas, porque todas hacen justicia al inagotable léxico español. Artículo la narración a partir de un vocabulario que se ajusta a lo que quiero expresar. Resulta incomprensible y en cierto modo lamentable, la manía que tiene alguna gente de utilizar un reducido número de palabras sin preocuparse por la discriminación semántica del resto. Admiro en cambio, la responsabilidad de autores de ensayos, cuentos, novelas o poesías que escriben literatura de calidad porque no prescinden de ninguna, ya se cuidan ellos de poner en el lugar que le corresponde a cada una de ellas. Con ese principio activo, evitan el deterioro de la principal cualidad que debe poseer la buena literatura. Vasto es el mundo de las palabras que visten, arropan, protegen y elevan a la categoría de excelentes los géneros literarios, como deprimente es la nula utilización de palabras por parte de una gran mayoría de personas que, debido a circunstancias propias o ajenas, hacen caso omiso de ellas y nunca llegan a conocer y disfrutar de su maravillosa existencia. La riqueza léxica nos erige en exquisitos palabreros que sienten el orgullo de emplear la pragmática lingüística con disciplina inquebrantable. Aunque entiendo que, para evitar confusiones, haya que dedicarse fines de semana, meses de vacaciones, años sabáticos, insoportables noches de insomnio, aciagas horas de jaqueca y largos instantes de abstracción a bucear y contextualizar el fascinante significado de las palabras. Desde que aprendí a leer, nadie pudo apartarme de la entrañable y cómplice determinación que subyace en el hábito de leer. Miedo me daría contar una historia que delegara el protagonismo a personajes que solo utilizaran un reducido número de palabras. Semejante agresión a la identidad de las palabras, describiría un doloroso bucle en el que yo, aunque quisiera, no podría reflejarme, ya que antes revertiría el daño que se infiere al lenguaje. No me cuesta conectarme a las de nuevo cuño, lo que me permite pensar en que están a mi alcance y puedo continuar siendo su amante fiel. Con ellas me siento vivo, sobre todo, cuando me echo a la espalda un zurrón bien cargado de términos esenciales, de vocablos románticos y de expresiones apasionadas, poseedoras de un gran valor literario. La precisión y el rigor en el lenguaje, me permite ser respetuoso y ser crítico, y reír, y patalear y experimentar montajes escénicos que me introducen en un universo de fantasía que, por suerte, reinterpreto a diario. Un día asomé la cabeza en el mundo de los adultos y concluí que tenía que quedarme un ratito más en mi rico medio de vida, porque tal y como solía repetir un sorprendido Salinger: “Madurar es caer en la corrupción insensible de los adultos”, y aunque eso parezca más literario que real, no me importa, porque deseo que nada me impida escuchar el frágil y paradigmático vuelo de una mariposa. En el fondo, ese sutil y delicado detalle, es el que permite que el viento no se lleve las palabras y puedan escribirse historias que aviven el torrente imaginativo, aunque sea: “Chico conquista chica, se casan, tienen hijos, y son felices para siempre porque nada ni nadie perturba la tranquila base del árbol de la vida que los cobija”.

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