Las cuatro palabras

A menudo descubre uno en las redes sociales frases, pretendidos pensamientos sobre fondos coloreados, difíciles de interpretar o, mejor dicho, de descifrar. Y te preguntas si será por carencia del autor o por ti, que no entiendes nada. Naturalmente, no ayuda que no se hayan dignado a colocar ni una coma, ni en su sitio ni en ningún otro; y no hablemos del punto y coma. Ese ensayo fracasado de haiku lo firman, orgullosos, con su nombre, y uno se alegra de que, al menos, no se le atribuya a otro pensador. Quizá la inteligencia artificial esté llegando a cotas de magnificencia, pero la humana toca suelo por momentos, fruto del agitador proceso de urdir cada día nuevas formas de servir a la tecnología y renegar de la cultura del esfuerzo. Nada que aprender, nada que memorizar, todo está en la red. Pero el cerebro, cuando no se usa, va menguando, como las partes más nobles con el frío invernal. Y, a la vista de no demasiados años, la inteligencia artificial, y cualquier chimpancé avezado, superará y esclavizará al ser humano. Me pregunto cuándo nos daremos cuenta de que nos comportamos como criaturas estúpidas, esa generación de idiotas que profetizó Einstein, anuladas y sin más armas que cuatro palabras mal escritas, pomposas y, a menudo, ridículas.