Las canas y el PP

12 mar 2022 / 16:15 H.
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Al Partido Popular vuelven las canas”, afirmó recientemente un contertulio de la Cadena Ser en plena ebullición de la crisis de los conservadores. Casi ningún político veterano del PP fue progre en su juventud. Aquellos progres vestían con trenka, fumaban en pipa, gastaban vaqueros, y llevaban la revista “Triunfo” bajo el brazo con el artículo de Haro Tecglen cuidadosamente subrayado. Además tendían a confundir los Campos Elíseos de donde procedía la ensoñación del mayo del 68 con la Carrera de Jaén, en la que una remota tarde de la infancia les compraron un coche de bomberos en el establecimiento ‘La Perdiz’. Los veteranos políticos del PP ni fueron progres ni falta que les hizo. Pero durante la Transición respiraron aquella atmósfera de diálogo, consenso y respeto político, en la que ETA ponía el horror y el grupo Jarcha la esperanza por la “libertad sin ira”.

Las canas han ido desapareciendo de la política conforme a los mítines llegaban chicos y chicas con el pelo teñido de azul. Pero el PP reivindica ahora las canas y la Historia las convoca. Porque el fracaso de la denominada “nueva política” debería invitar a una profunda reflexión, aunque este tiempo sea tan peligroso y avance con tal rapidez que no se pueda pensar detenidamente en nada. Vladimir Putin asoma su rostro ovalado en todos los periódicos y su imagen nos recuerda aquel verso de Borges: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. El fracaso en poco tiempo de Pablo Casado y Albert Rivera, más el apagón político aunque con cierto foco mediático aún de Pablo Iglesias, conduce a la conclusión de que la juventud no es una cualidad en sí misma. Desde la dirigencia del PSOE se insistió a mediados de los 90 en una máxima: “Renovación y jóvenes”. Y tal idea se adhirió a la médula del partido con tal fuerza que contagió a las demás formaciones. La juventud. Pero el discurso más inteligente, emotivo y verdadero sobre la espantosa invasión de Putin a Ucrania lo ha pronunciado Josep Borrell. Que peina canas.

Pablo Casado ha hecho una política de joven con máster acabado/inacabado y Colegio Mayor. En su oratoria desde el estrado de Las Cortes, Casado no se parecía ni a Aznar ni a Manuel Fraga, sino a un José María García sin talento. Sustituyó el “Pablo, Pablito, Pablete” del maestro radiofónico por una sucesión de insultos hacia Pedro Sánchez, que ahora han recuperado algunas emisoras de radio en montajes con una descalificación detrás de otra, y quizás el propio Casado haya sentido estupor. Lo ha dicho Alberto Núñez Feijóo, que previsiblemente será investido presidente del PP en el congreso del 1 y 2 de abril en Sevilla: “Yo no vengo a insultar a Pedro Sánchez sino a ganarle”. Cayetana Álvarez de Toledo publicó en noviembre un libro notable,

“Políticamente indeseable”, ensalzado incluso por Mario Vargas Llosa, en el que critica la política de Casado y el grosero perfil personal de Teodoro García Egea. Todo apunta a que en la zona noble de Génova se despachaba de malas maneras a un presidente provincial y luego se observaba detenidamente la trayectoria de un hueso de aceituna lanzado con fuerza desde unos labios en forma de silbido en un bar próximo a la sede popular. El desplome político en escasos días de Casado y Egea ha resultado espectacular. Ambos han sido víctimas, entre otras cosas, de los sibilinos movimientos en la sombra del ideólogo de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, un tipo que también peina canas.

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