Las banderas de Andalucía

25 feb 2023 / 16:00 H.
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El afán de politizarlo todo en la vida cotidiana de la ciudadanía es algo que viene de lejos. El Premio Nobel de Literatura Thomas Mann en su obra La montaña mágica transmitía la idea de que “todo es política” y probablemente su fuente de inspiración estuviera en la frase de Aristóteles “el hombre es un animal político” en referencia a la dimensión social y política de los seres humanos. La máxima de Thomas Mann demuestra que prácticamente todas las acciones en las que nos involucramos tienen una ventaja política. Cualquier opinión que transmitamos nos sitúa, de manera automática, en un punto del amplio espectro político. Esto quiere decir que en este mundo se interpreta la política en todo lo que decimos y hacemos. Cuando hablamos sobre cualquier tema, cualquier hecho o acción, inmediatamente el que nos escucha atribuye un valor político a lo que decimos y nos etiqueta en una casilla de opción política. Es cierto que nuestro mundo actual se ha vuelto hiperpolítico y todo se relaciona inmediatamente con la política. Esta situación podemos comprobarla en numerosas situaciones solo con el simple hecho de expresar una opinión sobre cualquier tema candente de actualidad. Si hablamos de educación, bien a nivel coloquial o bien en foros científicos, dependiendo de lo que digamos se nos encasillará en una opción política u otra. Si hablamos a favor de la educación concertada/privada seremos de derechas, conservadores, si hablamos de escuela pública seremos de izquierdas, progresistas e igual ocurrirá si hablamos sobre la promoción de un curso a otro, sobre la educación en valores, sobre los contenidos, las asignaturas... La búsqueda de un pacto político en educación ha estado siempre presente en los programas de partidos políticos de izquierdas y de derechas, pero nunca se ha logrado. Nuestra identidad política nos lo impide. A pesar de que es cierto que la educación es política no todos sus problemas puede resolverse desde la política porque, entre otras cuestiones, podemos caer en el adoctrinamiento. Algo que ya se vislumbra. Si hablamos de sanidad, también, dependiendo de nuestra opinión seremos etiquetados en el abanico de opciones políticas existente en nuestro país, en nuestra región, en nuestra ciudad, en nuestro pueblo. En este sentido la ciudadanía se debate entre la política sanitaria o la sanidad politizada de la que los políticos puedan sacar alguna renta. Pensar en que las necesidades sanitarias de la población son básicas, comunes en un estado de bienestar parece que ya no es lo importante, lo importante es el debate sobre sanidad pública versus sanidad privada y que al igual que decía anteriormente con la educación tampoco ha sido posible un pacto de estado. Ni en el periodo complicado de pandemia ha sido posible ponerse de acuerdo. Que todo está politizado parece ser un hecho irremediable. Está politizado el fútbol, los medios de comunicación, los conciertos, el teatro, la memoria histórica, los nombres de las calles, la violencia de género, los salarios, la cesta de la compra, el terrorismo, las catástrofes, los transportes, la electricidad, los combustibles... Seguramente el estimado lector pueda añadir algunos más. Todo ello se verá reflejado en el gran escenario de la política y los políticos que viviremos en pocos meses: las elecciones. Y en ese gran teatro seguramente los políticos harán como en los cines de barrio: nos harán entrar y después nos cambiarán el programa, que diría Jardiel Poncela, dramaturgo que era visto de derechas por la izquierda y de izquierda por las derechas. Pero no se preocupen porque el electorado es cada vez más inteligente y, como dijo el escritor inglés Chesterton, si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre queda la opción de hacerse político. No es necesaria ninguna preparación para ello.

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