Lagartos en feria

Con las primeras claras del nuevo día abriendo brecha en el horizonte de un 18 de octubre de cualquier año pasado, suben las escaleras del antiguo recinto ferial dos compadres con el cuerpo alegre tras una larga noche de farra, víspera de San Lucas. Hace un frío que pela y no anda ni un alma por la calle, pero calentitos como van y caminando sin eses ni prisa dejan a su izquierda el coso taurino y entran triunfantes y enteros a los jardines de la Alameda. Ahora en terreno llano, aminoran un poco la marcha y con las manos en los bolsillos pasean y hablan amenamente de sus cosas, mientras las ramas de los arboles movidas por el viento dibujan sombras por el suelo gesticulando entre la escasa luz de las farolas. De pie, apurando un cigarrillo y apoyados en la baranda del balcón más grande de la ciudad, dos lagartos de Jaén compadres recién llegados de la feria, esperan entre chupito y chupito de la petaca, a que asome el sol que desde la Alameda brinda cada mañana sus primeros rayos de luz a alumbrar este paisaje con colores de óleo y Catedral encendida. Suena la hora de los churros, con el sol a la espalda y los chambergos desabrochados los lagartos siguen de feria.