La verdad oculta
El famoso actor neozelandés Sam Neill, que saltó a la fama por su interpretación en “Parque jurásico”, fue galardonado recientemente con el Premio de Honor del Festival de Cine de Sitges. Neill, de 72 años, declaró a los medios que “el glamour y el misterio de los actores de cine desaparecieron”. Es posible que en la actualidad exista demasiada información sobre las grandes estrellas y que se conozcan de ellas verdades ocultas que merman su brillantez. Sea cual fuere el motivo, la realidad es que en el cine de hoy no existen nombres de hombres ni mujeres que lleguen a encandilar a todos los públicos del mundo. Quizás, el cine de hoy no tenga la importancia ni la fuerza de antaño o, como deja entrever Sam Neill, se conozcan demasiadas interioridades de estas grandes figuras que no son precisamente dignas de admiración. Una de estas rutilantes estrellas de Hollywood, Julie Andrews, actriz y cantante, nacida en el Reino Unido, acaba de publicar sus memorias, cuando cumplió 84 años, en las que deja testimonio de que su vida no fue un camino de rosas. Cuenta una infancia llena de penurias en la que, siendo una niña, tenía que cantar para mantener a su madre y a su padrastro, alcohólicos, amén de sufrir intentos de abusos por parte de su padrastro. El triunfo y la fama le llegó con la película “Mary Poppins”, en 1964, que le valió el Oscar. Protagonizó “Sonrisas y lágrimas” entre otras muchas películas notables. Sufrió desengaños amorosos y una gran depresión cuando, en 1997, una intervención quirúrgica la dejó sin voz. También, tuvo el papel principal en películas como “Cortina rasgada” y “Víctor Victoria”, pero fue con su personaje de “Mary Poppins” con el que conquistó la admiración y el cariño del público mundial. Hay unas cuantas películas que no me canso de ver, algunas tan sencillas como “Sonrisas y lágrimas” y “¡Qué bello es vivir!” y otras por su dulce mensaje de ilusión y su música, como “Mary Poppins” y “Siete novias para siete hermanos”. Y lo mismo que yo, millones de espectadores admiraron a sus intérpretes. Tampoco teníamos demasiada información de sus vidas privadas, solo conocíamos los datos que ponían en los cromos. No hacía falta, los admirábamos por su arte, por lo que veíamos en ellos y nos transmitían. La realidad es que estrellas como las de entonces no existen hoy, lo que no quiere decir que hagan peor el trabajo.