La soledad sonora

    13 dic 2020 / 16:29 H.
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    En el proyecto inicial de la creación Dios no creó al hombre solo sino que le dio como compañera y “carne de su carne” a la mujer pero ello no liberó al ser humano de enfrentarse a la soledad. Aún recuerdo a mi querido obispo Peinado hablar de la “dichosa y bienaventurada soledad”, una impuesta siempre difícil de aceptar y la otra buscada y deseada, siempre fuente de vida y crecimiento interior. El ser humano nace y muere solo, por eso la soledad forma parte esencial de su condición. A veces, huyendo de ella se ocupa en mil cosas, se mueve y agita sin cesar, sin saber de dónde viene ni a donde va, es una vida descafeinada en la que lo único importante es estar entretenido. La soledad asumida nos hace una cura del corazón, nos hace pasar de la ideología a la lógica, de lo superficial y epidérmico a lo profundo del misterio que encierra todo ser humano. Esta epidemia nos ha enfrentado duramente a esa soledad. Ojalá nos sirva para crecer en humanidad e interioridad haciéndonos más autocríticos que heterocríticos porque, al fin y al cabo es más sabio el que se juzga a sí mismo que el que lo hace a los demás.

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