La siesta

    11 ago 2024 / 08:50 H.
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    Los platos vacíos y la cubertería aún ocupan la mesa, las migajas más recientes no han llegado al suelo y por las esquinas el sabor del menú desaparecido empieza a oler a muerte de las horas. Anda el sol metido en la parte de atrás del espejo, se ahoga su luz por debajo de las persianas y las sombras de la calle se arrodillan al latido diminuto del verano que hierve en las aceras. El precio del peaje es dejarlo todo tal y como está, abandonar la silla y acomodarse bien a los cojines del sofá. Rugen las aspas del ventilador, la habitación se encoge y calla la tele. Si nada altera los factores de este concierto y si sigues en orden las notas de sus partituras, no importa que seas alemán, inglés o de aquí mismo, en dos o tres movimientos estarás dormido como duerme el aceite por encima del agua. Por su peso caerán tus párpados mientras afuera sube la temperatura. Aunque tienes opción de elegir itinerario y tiempo, casi siempre te pasarás en lo segundo y nunca recuerdas si acertaste en lo primero. Que ni el viento llame entonces a tu puerta ya seas alemán, inglés o de aquí mismo, porque instantes después del último bocado estarás durmiendo la siesta.

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