La salud, lo primero

    24 abr 2022 / 16:45 H.
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    Me acabo de poner a dieta, estoy lipo-saturado, unas grasas innobles de origen cartesiano se me están acumulando desordenadamente en lo que viene siendo la zona inguinal e inmediaciones. Estas grasas que padezco, según he podido saber a través de mis azarosas navegaciones por internet pueden ser debidas a varias causas, y todas, o casi todas, responden a una alteración de índole psicosomática, es decir, tengo la sesera como una olla de grillos, y esta confusión se proyecta e incide de una forma negativa en el normal funcionamiento de mi armazón físico, en concreto, como es mi caso, en una hinchazón inusual de la franja cojonera (sin mosca) y un latido lánguido como de mosquita muerta. Ante estas alarmante señales, tuve a bien consultar a un amigo que estuvo a punto de acabar la carrera de psiquiatría, y que no pudo culminar por razones psicológicas, que prestó paciencia y oídos a estas mi inquietudes. Le dije que creo que padezco el síndrome de la cara vacía, porque si me miro al espejo, me veo con cara de pocos amigos, y además vivo en Jaén, una ciudad de la España vaciada, y por si fuera poco tengo en la actualidad vacío el depósito de la gasolina. El me miró comprensivo, y me dijo que eso es un mal menor, que hay otros que sufren el síndrome de la cara dura, que es mucho más contumaz, y que sin embargo son elogiados, justificados, comisionados, e incluso votados, y duermen a pata suelta. Le dije también que, a pesar de vivir en la capital del Santo Reino, no creo ni en los santos ni en los reinos, que estoy perdiendo facultades cognitivas pues no acabo de entender las fluctuaciones en los recibos de la luz, ni las arbitrarias comisiones de los bancos, que me siento bufón de bufones, y que además no acabo de aprenderme el catecismo de los móviles y sus circunstancias. No te preocupes, tranquilo, esas disrupciones son normales a tu edad, sosiégate. Después, un poco más tranquilo, le expuse que dada mi edad provecta y los achaques que la misma conlleva, me inquieta si llegaré antes de recibir el finiquito, a ser atendido adecuadamente, más allá de los diagnósticos telefónicos, en la innovadora ciudad sanitaria de Jaén, que dicen está proyectada y que aseguran voces políticas se hará realidad en un relativo y corto espacio de tiempo. Declaraciones, que por la experiencia que tengo sobre otras muchas promesas hechas sobre esta ciudad donde resido, me hacen temer lo peor, confiando en que al menos, alguno de mis nietos pueda ver puesta la primera piedra. Por otro lado, le confié, que, por mi condición de mediocre de solemnidad, tampoco podré acceder a los servicios que ofrecerá el hospital privado que también dicen será levantado en cuestión de pocos años. Mi amigo, ante estos temores, optó por aconsejarme que debiera retomar mi singular carácter de iluso emérito, que confiara, que la salud es lo primero. Y así lo transmito, cuídense.

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