La reforma de las pensiones

27 oct 2020 / 16:37 H.
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Por fin la Comisión de Pacto de Toledo ha presentado un primer informe de recomendaciones sobre la reforma del sistema de pensiones que esperemos sea debatido en profundidad y aprobado pronto. No es el mejor contexto político para un debate sereno y responsable que permita una reforma consensuada y de alcance, pero vamos a confiar en que pueda producirse una excepción ante un asunto tan transcendente para nuestras vidas. De ello va a depender que podamos envejecer bien y poder hacer frente a las vicisitudes que una vida larga, como la que afortunadamente tenemos ya en España, nos puede deparar una vez termina nuestra vida laboral.

Aunque analizaré en otro artículo las propuestas que finalmente se aprueben, creo que es importante que superemos viejos paradigmas y malas prácticas en torno a la jubilación y las pensiones. La primera idea que creo que tenemos que superar es el anhelo permanente de prejubilarnos pronto. Se ha instalado en la sociedad un mantra de querer jubilarnos lo antes posible, sin valorar el gran aporte que la experiencia tiene en las diferentes ocupaciones y en la economía. Salvando empleos que conllevan peligrosidad y gran esfuerzo físico, donde lo ideal es pasar a segundas o terceras ocupaciones menos exigentes, lo normal es que podamos aportar al mercado laboral nuestra experiencia y trabajo hasta los 65 o 70 años. Sobre todo, porque la esperanza de vida nos va a permitir vivir al menos hasta los 90 años en una generación. Lo que venimos reivindicando desde hace años es que no haya edad obligatoria de jubilación y cada persona según su profesión, sus deseos y sus circunstancias tengamos la opción de trabajar asalariadamente hasta cuando queramos e incluso compatibilizar, según las normas, nuestra ocupación con la pensión de jubilación más allá de los 65. Otro de los prejuicios que tenemos que combatir es contraponer las oportunidades de empleo de los jóvenes con la de los mayores. El mercado de trabajo debe de ofrecer oportunidades de empleo y/o de realización profesional a todo el mundo independientemente de su sexo o de su edad. Pensar que si se alarga el periodo de trabajo estamos perjudicando las oportunidades laborales de los jóvenes es una falacia que está haciendo mucho daño al equilibrio intergeneracional en las plantillas. Lo que suele producirse ahora, es una discriminación por razón de edad en el ámbito laboral que está repleta de prejuicios, relacionados con la falta de capacidad para el aprendizaje y la adaptación a nuevos cambios, por poner sólo un ejemplo. Este edadismo ha llevado a que la edad sea el único criterio que se considera en las reestructuraciones de plantilla, lo que nos lleva a ver prejubilaciones a los cincuenta años. Hay estudios, sin embargo, que nos advierten que las plantillas más productivas son aquellas más diversas, donde hay trabajadores y trabajadoras de todas las edades.

Las reformas para hacer sostenible un fuerte sistema público de pensiones son necesarias y bienvenidas, así que esperemos que el debate sea productivo y no se centre sólo en el mantenimiento del poder adquisitivo, que es muy importante. Hay otros aspectos igual de transcendentes para que todas las generaciones podamos disfrutar de un aseguramiento en nuestra vejez y para ello el sistema debe ser suficientemente flexible y solidario y adaptarse a las nuevas realidades del empleo y las oportunidades profesionales y de vida.

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