La prudencia, clave del éxito
Las palabras responsabilidad, prudencia, distanciamiento social y mascarillas se cuelan, a diario, en cualquiera de nuestras conversaciones. Da igual que cambiemos de interlocutor o del lugar en el que nos encontremos. Las soltamos, casi sin darnos cuenta, a modo de muletillas, tanto si hablamos con amigos, familiares o desconocidos, y si estamos de compras, en el trabajo o haciendo cola en el banco. Es como un mantra que repetimos una y otra vez, porque las tenemos memorizadas y pretendemos introducirlas en todo tipo de conversaciones para que no se nos olviden. Y, sinceramente, me parece de lo más acertado. A ver si, a base de repetírnoslas, incansablemente, conseguimos no dejar en el olvido los tristes días del confinamiento, ni la angustia por los conocidos y familiares enfermos y fallecidos. Que de todos ellos, tenemos unos cuantos cada uno de nosotros.
Pero bien es verdad que los seres humanos no podemos vivir en constante actitud tensionada y estresante porque a todo terminamos por acostumbrarnos. De ahí que se nos haga imprescindible alternar realidad agobiante, con situación trivial. Y algo así, creo, que debemos estar viviendo porque si no, no se entendería que se nos haya dado a la población, tanta carta blanca para recuperar el ritmo normal de
nuestras vidas, cuando estamos viendo que la Organización Mundial de la Salud ha advertido de que el coronavirus se está acelerando y Pekín, por su parte, ha endurecido, otra vez, las restricciones, tras el foco de contagio en un mercado de la ciudad asiática. Deseo, creo que como todos, volver a nuestra normalidad de siempre, y no permanecer en la “nueva normalidad” por mucho tiempo, pero visto lo visto durante estos tres largos meses, mi conciencia me impide, aún, dar un beso a mis padres, porque no me fío de lo que yo, inconscientemente, pueda transmitirles. Es decir, no estamos obligados a dar cumplimiento a todo lo que se nos
está permitido por las autoridades, sino que, nuestro criterio y prudencia, debe regir nuestros actos.