La nicotina que nos une

    06 nov 2021 / 16:18 H.
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    Ya no huele a jazmín ni a azahar. Huele a tabaco. Rubio, negro y mentolado, todas las clases de tabaco se unen ahora en los mismos lugares. Los nuevos excluidos sociales llevan a cabo sus asambleas y tertulias en la entrada de los bares. Casi siempre son más de tres, que comparten el pecado, la depravación, el desprecio y la exclusión social. Y como todos los excluidos, se unen en su problema y comparten experiencias a modo de terapias grupales.

    Para formar parte de estos grupos de élite, solo se necesita ser adicto a la nicotina, y no ser excluyente en ninguna de las maneras. Sin distinción de clase, profesión, sexo, raza, edad ni medio de consumir la sustancia que les une, ya sea en puro, pipa o cigarrillo, los nicotinamaníacos miran con nostalgia hacia la barra del bar y, entonces, los recuerdos se les amontonan en kilos y kilos de ceniza cigarrera.

    Solo unos días antes, no se conocían. No se hablaban y tenían por sana costumbre guardar las distancias, aunque en el bar ya no pudiera entrar ni un alfiler. Apretujados unos contra otros, con el vaso en una mano y el cigarro en la otra, levantaban las cejas y abrían los ojos desmesuradamente en busca de la mirada del barrero, y en el momento en que se daba el cruce de miradas, sin dejar pasar un instante, decían: ¡¡La tapa¡¡ ¡!cohones.

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