La huelga, necesaria y costosa

    19 jul 2025 / 08:44 H.
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    Ninguna huelga se hace por gusto, y menos cuando implica perder salario y sufrir sanciones. Pero hay momentos en que no hacerla es peor. La reciente huelga del metal en Cádiz lo demuestra con crudeza. Lo que comenzó como una reacción contra un preacuerdo firmado a espaldas de los trabajadores —“el peor convenio de la historia”— terminó convirtiéndose en un acto de dignidad colectiva. Las condiciones que lo motivaron eran inaceptables. ¿Qué otra opción quedaba? ¿Aceptar resignadamente que las condiciones laborales se definan entre despachos, sin contar con quienes se exponen en las fábricas? ¿Tragar con el “mal menor” que siempre acaba siendo pan para hoy y miseria para mañana? Se sostuvo durante más de dos semanas pese a amenazas y una represión que dejó 23 detenidos. La lección fue clara: solo se tolera una huelga que no moleste —la de los jueces—. Pero cuando duele, el castigo se activa. Sí, una huelga cuesta. Pero también cuesta no hacerla: aceptar la injusticia. La de Cádiz no logró todo lo que buscaba, pero dejó sembrada la conciencia. Y si hace falta, volverán a salir. Porque lo que está en juego no es solo el salario, sino la dignidad. Y esa, cuando se pierde, cuesta mucho más.

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