La fotografía familiar

    08 ago 2022 / 11:40 H.
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    5 de febrero

    En una vida pasada debí ser bibliotecaria. Tengo los libros ordenados por géneros, especialmente aquellos que versan sobre cuestiones gastronómicas. Hasta que empecé a deshacerme de ellos, la sección de libros de poesía contemporánea era la más nutrida. Seguía los artículos de opinión que emitía mi hija Rita en el diario de la prensa local sobre poetas. Mi obra favorita de todos los tiempos es El último amor de Safo, de Mercedes Matamoros. Pensé en adaptar teatralmente los veinte sonetos de dicho libro. Dedicados esencialmente a su amor Faón, habría que incluir a este como interlocutor de los diálogos de esta adaptación teatral. Saqué el libro de la estantería y hojeé sus páginas por enésima vez, para darle una última oportunidad de ser una obra mágica. Mi escena preferida es aquella en que Safo decide ponerle alfileres en la almohada a Mirene, por sus supuestos celos ante el posible amor de esta última y Faón. Me queda por adaptar teatralmente los sonetos pastoriles de Francisco de Quevedo y también sus sonetos sacros.

    más tarde. Hoy he visto MasterChef. Mi escena preferida es aquella en que la chef protagonista, normalmente sensata, y su guapísimo cocinero, siempre melancólico y de pasado misterioso, se pelean lanzándose comida en la cocina. Ambos terminan cubiertos de harina y glaseado. Hay besos y juegos de palabras relacionados con los postres. Es el caso de la tarta de chocolate o tarta Vianney, una delicia que lleva dos planchas de bizcocho de chocolate, separadas por una fina capa de mermelada de damasco y recubiertas con un glaseado de chocolate. Según la historia, la receta original fue creada en 1832 en honor al príncipe Metternich y posteriormente ha sido servida en el histórico café del Hotel Sacher en Viena. Se cuenta que este hotel fue fundado por la familia del creador de este postre delicioso y han mantenido el secreto muy bien guardado a través de los años.

    15 de febrero

    Al fallecer Dolores Molina de un infarto su sueño de ser modista de alta costura se había quedado en el aire, pero su hija Sofía Guzmán Molina lo había heredado. Su sueño consiste en dejar de ganar dinero recolectando aceitunas y emprender la tarea del diseño de moda de alta costura, que, en esencia, es el diseño de piezas a media realizadas con dos fines, bien mostrar colecciones en las pasarelas; o, bien, para el público según los requerimientos de cada cliente. Sofía quería hacer gala del término “Alta costura”, que viene del francés Haute Couture, ella sabía hilvanar una aguja y comenzar a coser de forma artesanal, con escasa intervención de la máquina de coser desde el principio hasta el final.

    18 de febrero

    Sofía había conocido al diseñador Philip Rousseau. Ella estaba enamorada de él. Philip la había puesto en contacto con miembros de la Chambre Syndicale de la Haute Couture, a través de ellos debía diseñar a medida para clientes privados, con una o más pruebas de vestido. Además, debía crear un taller (atelier) en París que contase, por lo menos, con veinte empleados a tiempo completo. Por su parte, cada temporada debía presentar una colección de diseños originales al público, con prendas de día y noche en enero y julio de cada año.

    23 de febrero. La decepción de Sofía Guzmán Molina ha sido garrafal. Cuando se declaró a Philip, este le confesó su homosexualidad. No le hubiese importado vivir con él los últimos años de su vida, a sabiendas de que solo fuese una amistad confidencial entre ambos. Ya podía fracasar en París o en España, si regresaba, pues había decidido crear también sus colecciones prêt-à-porter, ya que daban más ganancias que las prendas hechas a medida, aunque no fuese considerada modista de alta costura en sentido estricto.

    28 de febrero

    Bernardina había decidido guardar el teléfono en el bolsillo del delantal. Tenía rastros de harina en la frente y en el pelo, parecía que se le hubiera encanecido de repente. Tenía que limpiarse, había quedado con sus mejores amigos en el establecimiento Black City, sin duda el mejor sitio de gofres de nuestra ciudad. Por último, volvió a meter la cuchara en el bol y dio un buen repaso a su sobrina Sofía, parecía una supermodelo de los años setenta, con su enorme peinado, su maquillaje reluciente y su ropa vintage. Tal es el valor actual de lo vintage, que las casas de moda están recurriendo a esa estética en sus nuevas colecciones. Para Sofía el vintage era una manifestación de la cultura posmoderna, el producto de su pérdida de fe en el progreso y el desencanto del motor de la innovación propia de la modernidad. Así, en vez de mirar al futuro, ella recurría con nostalgia a elementos de eras pasadas. De esta manera, en su moda no se servía del pasado por motivos meramente estéticos, ya que se mezclaban elementos de distintas épocas y lugares.

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