La deuda de Jaén

15 nov 2016 / 11:49 H.

Qué lástima me da. Acabo de charlar un ratico con ella y resulta que está Jaén, la pobre, que le va a dar algo. Con lo expansiva que era, la mujer, que estaba siempre cantando melenchones o vestida de pastira con las amigas por las tascas o pateándose las cuestas de palique con los vecinos, o paseando a los nietos por el parque del bulevar; todo el día para arriba y para abajo. Pero de un tiempo a esta parte se la ve mustia, sombría. Dice que no pega ojo, que se pasa las noches en vela, con las farolas encendidas, haciendo cuentas. Y no es para menos. Porque resulta que no le salen los números, por muchas vueltas que les dé. Y ha tenido que pedir, la mujer, otro préstamo al banco. No le ha quedado más remedio. Pobre Jaén, ella se ha pasado toda la vida trabajando de sol a sol, con las labores del campo, y con las olivas, y con otros trabajillos que le iban saliendo, y a la vez criando a una familia más que numerosa, y tanto esfuerzo para que ahora, cuando ya tiene una edad, la pongan contra la espada y la pared por culpa de las malditas cuentas municipales. A ella no se le ha dado muy bien ahorrar de nunca. Y no es que haya vivido con lujos ni derroches. Lo que pasa es que siempre ha querido lo mejor para los suyos, y cuando tenía tres pesetas en el bolsillo, se inventaba cualquier cosa para regalarnos. Nunca ha sido ella muy de pensar en el día de mañana. Y ahora nos vemos como nos vemos. Por su mala cabeza. Con una deuda municipal de no te menees. Y con los bancos llamando al timbre cada dos por tres. Y menudos apuricos que pasa la pobre Jaén cada final de mes, que tiene que pedirle a los vecinos a la hora de comer, que como ya no le fían en las tiendas, las pasa canutas para ponerles un plato caliente a sus funcionarios cuando llega la hora. Y a base de préstamos vamos tirando. Pero como la cosa no pegue un giro radical de 180 grados, va a llegar un momento en que la deuda sea insostenible, y los bancos, a este ritmo, van a terminar por desahuciar a la pobre Jaén de su casa, y ella que tiene mucho carácter, al principio se resistirá, porque imagínate, con la catedral tan preciosa, el castillo tan bonico y todas las joyas que ha ido acumulando a lo largo de los siglos, no va a abandonar de buenas a primeras el poquito patrimonio que ha ido juntando y que ha sido de la familia de toda la vida. Y que para ella, además del valor económico intrínseco, tienen una carga sentimental incalculable. Pero ya sabemos cómo funcionan estas cosas. Seguramente, tarde o temprano, la autoridad tomará cartas en el asunto, y nos pondrán a todos, con las maletas, de patitas en la calle, y nos buscarán cualquier solución habitacional en el extrarradio. Y dejarán la ciudad vacía precintada por orden judicial, hasta que cualquiera le pegue una patada a la puerta y se meta de okupa, que eso a Jaén le da mucho miedo, con lo conservadora que es ella, le da pánico imaginar a jóvenes con litronas y perros famélicos, haciendo talleres de malabares y asambleas libertarias en su salón de plenos. Hasta que los desalojen y terminen subastando la ciudad al cabo del tiempo, para que la compre cualquier fondo de inversión de capital saudí o ruso o chino y nos acaben montando un gigantesco chirniguito de comida rápida y bazar de saldo, con epicentro en la Plaza Santa María.