La coherencia de Iglesias

06 may 2021 / 11:16 H.
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Me ha gustado el gesto de Pablo Iglesias, no por que se vaya sino por coherencia. Los lectores convendrán conmigo en que no es habitual lo que ha hecho y, como hizo en su día Albert Rivera, ha dado ejemplo, aunque por diferentes razones. En realidad, no me gusta que se vaya, tiene madera y se le nota desde el principio que no está ahí para chupar del bote, y por eso mismo ha tomado una decisión drástica para un animal político como él. Hubo algo atractivo en cierta línea de Podemos, no Unidas Podemos, precisamente porque desde que se coaligaron con IU acabaron repitiendo los mismos errores, y la renovación que pretendiera en su fundación fuera solo en parte, muy en parte. Que le pregunten a Errejón. Obviamente la dimisión de Iglesias no ha sorprendido, y en cierto modo se esperaba. En el momento que dejó la vicepresidencia ya lo había decidido, si no lograba dar un vuelco espectacular a los sondeos. La labor que se había autoimpuesto era demasiado dura, porque desde hace muchos años IU, y su sucesora natural, Unidas Podemos, no lograba buenos resultados en Madrid. Una vez más la autocrítica desde la izquierda es feroz, mientras que la derecha mira para otro lado, como silbando... En cambio, Más Madrid ha encontrado un espacio centrado a la izquierda, que no de centro, superando incluso al PSOE, lo cual indica que existe un voto muy específico de izquierdas allá, un voto crítico que luego no se traduce en las nacionales, o no al menos por el momento. Veremos.

La lectura de Iglesias, en cualquier caso, ha sido correcta, ya que no existe ninguna duda de que lo habían convertido en chivo expiatorio, cabeza de turco sobre la que volcar las peores falacias. Personajes públicos de medio pelo, e incluso futbolistas filofascistas, le han lanzado ataques furibundos, acusándolo de colaborar con Chávez y Maduro, sus máximos aliados, pero también con Corea del Norte o Irán, en un conglomerado de insultos y descalificaciones sin pies ni cabeza, en el eje del mal. Y como suele ser habitual en ella, la extrema derecha se va de rositas, cantando victoria tras haberse quitado de encima a un adversario político directo, que puede ser que en Madrid no haya remontado las ya tradicionales malas expectativas de Unidas Podemos, pero sí que ha concitado a nivel nacional —desde su aparición en la escena pública— una relectura de los valores de la izquierda, a pesar de la misma izquierda y a pesar de lo que eso significa en estos tiempos en los que la izquierda está más tocada que nunca, a todas luces sin lenguaje, y dominada por los populismos, de los que también se ha contaminado.

Su mayor defecto fue mudarse de un modesto piso de Vallecas a un chalet en Galapagar, por lo que resulta intrincado explicar a sus votantes de clases populares su deseo de vivir como rico. Eso en lo personal, en esa área estrictamente privada a la que no tenemos acceso para el resto de políticos, pero que para él, tratándose de él, se miraba con lupa de aumento... Poco más se puede decir de un profesor universitario y animal mediático que, por sus ideas de justicia social y reparto de la riqueza, ahora se repliega y da un paso atrás para permitir la renovación de su partido. Lo echaremos de menos. También gozó de la simpatía de muchos, pues ganaba los debates y los cara a cara con el resto de líderes, y ahora hay que reconocerle su gesto. Grande.

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