La cara al suelo

25 jun 2020 / 17:00 H.
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Creo que no nos queda nada por saber de lo que son capaces de hacer los políticos para conseguir sus propósitos particulares. Nada les importa utilizar los procedimientos más inconfesables y lo hacen en tal cantidad que ya a nadie sorprenden. Hubo un momento en que podíamos sentir vergüenza ajena por su conducta, pero ya nos da igual. Es su manera de supervivir dentro de un mundo, como el de la política, que tantas ventajas sustanciosas ofrece que hay que aceptarlos sin más, sin inmutarse ni llevarse las manos a la cabeza. Sin embargo, en medio de esta nueva normalidad, muy poco normal todavía, ha surgido un caso de presunta corrupción que a mí sí me produce un tremendo cepazo de cara, es decir que se me cae la cara de vergüenza al suelo al saber que Juan Carlos I, el Rey emérito, está siendo investigado por la Fiscalía del Tribunal Supremo por delito fiscal y blanqueo de dinero de comisiones recibidas del AVE La Meca. Esta noticia sí me ha dolido.

Yo me crié y crecí, poco pero sí algo, lejos de las marañas de la política, como muchos jóvenes de mi época, casi todos nacidos durante la Guerra Civil. Para mí, la figura de un rey era la de aquel mítico personaje que veía ilustrado en los cuentos, o esos ilusionantes seres que nos traían cada enero unos regalos. Yo los admiraba y me sentí muy orgulloso cuando Juan Carlos I fue coronado rey de España el 22 de noviembre de 1975. No fui yo solo, sino que el monarca fue muy bien aceptado y gozó del respeto, admiración y lealtad del pueblo español realizando una encomiable y valiosa gestión en la Transición. Con el paso de los años, se ha podido comprobar que no todo el campo era trigo y que Juan Carlos ejerció un reinado bien salteado de pecados y pecadillos que su condición de absoluta impunidad iba tapando. Su imagen empezó a deteriorarse a raíz del caso de la infanta Cristina y su marido, Urdangarin. Sí, cometió muchos errores que incluso le obligaron a pedir disculpas públicamente.

Me duele tener que hablar así de una persona a la que admiré, pero nadie debe estar por encima de la Justicia y si esos delitos que se le asignan al Rey emérito han tenido vigencia después de que abdicara y perdiera gran parte de su inmunidad, debe dar las respuestas pertinentes que aclaren la situación y aceptar el peso de la Justicia. Erosionar de tal manera la imagen y el prestigio de la Corona es grave. Si yo confieso que siento vergüenza ajena por Juan Carlos I qué no sentirá su hijo, el Rey Felipe VI, quien incluso se vio obligado a retirarle la asignación presupuestaria que venía percibiendo de la Casa del Rey. Y a todo esto sigue sin encontrarse una vacuna contra la corrupción. O quizás es que no se busca con interés.

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