La capa española

Un viejo chiste de mi juventud contaba que en un pueblecito había un viejo cura que tenía una capa tan vieja como él, llena de remiendos. Los vecinos decidieron hacer una colecta para comprar una nueva capa al sacerdote. Y con el nombre de “colecta para la capa del cura” una comisión fue visitando a los vecinos pidiendo su pequeño óbolo. Había un vecino bien acomodado pero que era un ateo sin remisión. La comisión le visitó porque, aunque sabían de sus convicciones, no querían dejarle aparte del movimiento vecinal. El individuo en cuestión dijo: “¿De manera que estáis pidiendo para la capa del cura? No se hable más, eso lo pago yo, pero con una condición”. Todos le preguntaron. ¿Qué condición es ésa?” Y el ateo respondió: “Que el que lo capa sea yo”.
Saco a colación esto porque, cuando participo en reuniones en las que están presentes jiennenses, algunos de ya avanzada edad, observo que tienen bastante desconocimiento del viejo Jaén, de sus gentes más populares, de las anécdotas y sucesos que fueron marcando la historia de nuestra ciudad. Y, hablando de la capa, recordé aquellos tiempos del uso de la capa española, que tuvo plena vigencia y esplendor en el siglo XIX y que fue decayendo con el paso de los años. Cuando yo era un chiquillo sólo recuerdo que en nuestra ciudad luciera la capa española un señor mayor, al que llamaban Pestaña, que caminaba sobre dos muletas luciendo la capa y una enorme barba blanca. Y su porte causaba admiración y respeto. Después, como adolescente y adulto, tan sólo recuerdo a tres personas que lucieran la capa española con cierta prodigalidad por estos pagos jaeneros.
Uno de ellos, al que más veces vi con la capa y el sombrero de ala ancha a la americana, era mi buen amigo Manuel Cámara Ruiz, el sombrerero de la plaza de Santa María. Sabía darle aire, aunque Manolo no era muy alto. Cuando evoco la figura ya desaparecida de este popular jiennense, me pregunto dónde habrá ido a parar la preciosa colección de sombreros en miniatura confeccionado por él y por Jacinto, su padre, y que en una ocasión tuve la suerte –con mis compañeros escaparatistas- de exponer en uno de los escaparates de Tejidos Gangas. Otro amigo de la capa fue José Sánchez “Manolé”, que fuera un destacado bailaor que compartió escenarios y películas con grandes estrellas francesas, y, por último, Indalecio Lastra, que era a quien le mejor le caía por su gran estatura y porte.