La caída de un ídolo

    04 nov 2020 / 16:27 H.
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    Qué pena descubrir los pies de barro de un ídolo. No lo escribí en su momento porque se tarda en asimilar un daño moral. Me lo ha vuelto a recordar la noticia aparecida en los medios de que la Fiscalía del Tribunal Supremo prevé exonerar de causas penales al rey emérito. No me sorprende. Es una constante la falta de independencia de la Fiscalía y su trabajo con arreglo a oscuros intereses políticos. Y no importa que, en este caso, se utilice la inviolabilidad o cualquier otro subterfugio político, el daño ya es irremediable. Advierto que soy monárquico no convencido sino interesado. Siempre pensé y sigo pensando que los honores hay que ganárselos. Y para mí el honor de Jefe del Estado se lo ganó la misma persona ahora encausada cuando apareció sorprendentemente en televisión la madrugada del 24 de febrero de 1981 para abortar el golpe de estado del 23F. Era su deber. Desde entonces el Rey siempre se había mantenido en su sitio dotando a la institución de un lustre que iban perdiendo paulatinamente todas las instituciones relevantes del Estado a manos de personas no impuestas sino elegidas en esta pantomima de democracia que vivimos ahora. ¿Qué importaba que no fuera elegido si la Corona sobrevolaba por encima del aguachirle político y era un clavo al que aferrarse en la deriva a la que están conduciendo a España por intereses partidistas? Hasta que el ídolo se me hizo añicos de golpe, sin posibilidad de agarrarse a la presunción de inocencia, porque con su huida asumía y daba pábulo a los claros indicios de corrupción. Fuera inviolabilidad. Del Rey, incluido, para abajo todos iguales bajo el imperio de la ley, si es que existe. Son las personas las que manchan las instituciones. Sin embargo, sigo necesitando un rey como a un Dios salvador. Hoy más que nunca. Un rey que simbolice el Estado que nos dimos con la Constitución de 1978, modelo de reconciliación y prosperidad, que muchos tratan de destruir. Un rey equidistante, sin partido y sin necesidad de comprar o pagar votos, y capaz de intervenir ante la inacción de los políticos cuando el Estado se ve amenazado, como hizo Felipe VI. También él se ganó el honor de Rey de España. Ha caído el Rey, viva el Rey.

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