La Barra: los bares de nuestra vida

Nuestros bares, sí, los bares de nuestra vida, los de crónica personal sentida, nuestros escenarios sociales. Los bares con los que rememoramos parte de nuestra historia personal, porque en aquellos espacios de cotidianidad solían ocurrir cosas importantes.
Para mí, lo es el bar La Barra. Quiero recordar cuando allá, ya hace treinta años, regresaba a una ciudad en la que había nacido pero apenas vivido. Me hice parroquiano de un bar en donde la caña pedida, con su tapa, se acompañaba con la sonrisa, con el interés de cómo estás, con el comentario del día sobre el barrio. El barrio, para mí, era la “Plaza” con su callejón de tascas. El alma de La Barra, era Alfonsa, inolvidable y recordada, daba sentido a la cocina y sobre todo, cordialidad y cariño. Estaba Carlos padre, profesional, él es la historia de Jaén y de su gente, porque mucha la vivió y la recuerda, siempre en la hostelería, todavía estar un rato charlando con él se hace especial. Y por entonces me hice amigo de Carlos hijo, que me hizo entender y querer Jaén, también la provincia a través de sus ferias. Cuando entro en La Barra sigo percibiendo todo aquello, un clima de cordialidad de los que van y de los que allí están esperando a los que van, a veces, con cariño, algunos dicen que se cambian las tornas y los de fuera esperan a los de dentro, por algo será ¿no?
La Barra no es un invento nuevo, es un bar con solera, hecho de intrahistoria, con un fondo permanente. Platos hechos con dominio y seguridad, me refiero a que las migas, el rabo de toro o lo que encarte, están buenos y siempre lo están y entonces surgen las “migas de la barra” y hacen cultura gastronómica. Consolidan pero innovan como cuando “institucionalizan” la morcilla jaenera en una tapa que es ideario de lo que quieren hacer sentir a sus clientes amigos.
La innovación es magia, a veces. Lo entendieron en La Barra al crear el “Rossini” y que, como todos, lo veo siempre bueno, lo sabes porque repites, y ayuda no saber a ciencia cierta la famosa fórmula, que lo es por ser secreta. En esta época en la que todos queremos saber de todo, yo con el Rossini me conformo en disfrutarlo y creer que quizás sea nuestro actual Néctar del Olimpo, quién sabe cómo llegó la fórmula a la calle Cerón 7, el frente que ves cuando enfilas la calle la Parra.
La Barra es también contexto y entretenimiento cultural, me refiero a que lo comprendemos con sus “colecciones”, son cosas de la vida, cosas que vimos antes y tienen valor cultural. Las dejan los clientes amigos, digo yo por ir haciendo cada vez más suya La Barra. Son también anécdotas, pequeñas historias y crean un espacio de etnografía de la vida. La Barra es cultura, de inolvidables artistas que colgaban allí sus cuadros o con las exposiciones actuales, variopintas, divertidas y emotivas de nuestro Jaén, como la última del mural fotográfico de los 75 años que cumplió Diario JAÉN.
La Barra es lugar de encuentro, también para los forasteros cuando regresan, es Historia de Jaén y se convierte en historia de la gente y de la nueva historia que es la de la red. Me alegro del premio merecido que os otorga Jaén Única por vuestro Rossini. La magia de este elixir, que en más de tres se hace más mágico, lo es también de su gente. Gracias Carlos y Carmen, José, Juan y Fernando, por seguir haciendo La Barra. Sí, los bares de nuestra vida.