Juzgar la historia

    20 jun 2016 / 18:00 H.

    Ahora mismo, en poco días, nos enfrentamos a unas reñidísimas elecciones políticas. Es por ello que deseo mi artículo de opinión lo más alejado posible de este “ahora mismo”. Para distensión y relax del posible lector. El pasado es la Historia, no personal, sino como grupo con un territorio concreto, pequeño mediano o grande. Para unos, lo decisivo es el municipio, para otros la provincia, para otros el Estado. Para un banquero, la globalización es lo que le mola en este mundo interconectado, dado el auge de las relaciones comerciales y económicas, ahí, en ese “mercado global” está la banca y sus secuaces, con informaciones al minuto, y casi instantáneas. Juicios sobre la actualidad presente —valga la redundancia— no cesan de atosigarnos. Se encargan de ello los periodistas testigos del día a día. Juicios sobre los hechos históricos, sin embargo son más arriesgados, y al conocimiento de los hechos hemos de añadir sobretodo el conocimiento de los valores éticos que primaban en aquella sociedad y entorno en el que se desarrollaban los hechos.

    Un ejemplo: la expulsión de los moriscos de nuestro país a comienzos del siglo XVII, hace más de trescientos años; o la expulsión de los jesuitas de varios e importantes estados europeos, como Francia, España, Portugal e Italia siglo y medio más tarde, a mediados del siglo XVIII. ¿Y usted qué opina de este asunto?

    Y ahí entra nuestro interlocutor a saco, con unos principios y dogmatismo que traslucen un desconocimiento supino de la historia, de la política, de economía y de la sociedad de aquel tiempo pasado. Le sale a flote su ideología, si la tiene, pero sobre todo su desconocimiento de la Historia, ese “gran proceso” en el que estamos sumidos, del que no queremos ni podemos salir y en el que convivimos todos con múltiples opiniones, pero entre las que se oyen poco palabras como ecuanimidad, equilibrio, favorecer al reo, verdad histórica y otras. En fin, que usted lo vote bien.