Jueves, 11 de junio

    05 jun 2020 / 16:32 H.
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    Este año se da la circunstancia que coinciden el mismo día las dos celebraciones más señaladas en estas fechas para los jaeneros, como son el día de nuestra patrona la Virgen de la Capilla y el día del Corpus, aunque como es sabido, en nuestra tierra desde 1990 el Corpus se pasó del jueves al siguiente domingo después de la Santísima trinidad. Este cambio de fecha, como ya había ocurrido anteriormente con el día de la Ascensión, se debió a la reducción de fiestas tanto religiosas como civiles por motivos de organización laboral
    para adaptarnos a la CEE. Hasta entonces,
    un viejo refrán decía: “Tres jueves hay en
    el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión”. Con la retranca jaenera se cambió un poco: “Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Viernes Santo y Miércoles de ceniza”.

    La fiesta del corpus fue instituida por el Papa Urbano IV en 1246, y es la que cierra el ciclo de pascua 40 días después del domingo de resurrección. En nuestra tierra no se sabe desde cuando se celebra, aunque en los “hechos del Condestable Miguel Lucas de Iranzo”, ya hay noticias de las celebraciones, en las que se engalanaban calles, balcones y paso de la comitiva. Los primeros recuerdos que me vienen de esa fiesta, son los aromas de la alfombra que preparaban para el recorrido de la custodia, que estaba formada por alhucema, jara, romero, tomillo y demás plantas que recolectaban de los montes que nos rodean. También recuerdo esa enorme hilera de guardias civiles a pie quieto, dando escolta en todo el recorrido a la comitiva compuesta por largas filas de curas y seminaristas, y ese
    chiquillerío de niños de comunión, con esa pose tan artificial de manos enlazadas, de misal de nácar y rosario pendiendo del mismo, con el ceño arrugado por el olor a incienso que le entraba por los cuatro costados, tratando de poner cara de no haber roto nunca un plato. Ese jubiloso repique de
    campanas de la Catedral anunciando que el Santísimo estaba en la calle, que por cierto, cada una de esas campanas tenían y tienen su nombre: La Asunción, La Virgen de la Capilla, San Pedro y la del Señor.

    Recuerdo lo guapísimos que nos llevaba mi madre estrenando ropa para que fuésemos de dulce el “Día del Señor”. Por cierto, en los últimos años, el ayuntamiento alfombra el
    recorrido con juncias que quedan decorativamente bien, pero que son peligrosas, ya que
    al estar cortadas las espigas de tamaño alto, se enredan en los pies de las personas mayores que van siguiendo al Santísimo, y no
    sé si ya ha habido alguna lesión importante, pero si no se tiene el cuidado de cortar en trozos pequeños esas hierbas, auguro que habrá algún susto.

    De las fiestas de la Capilla, recuerdo algo sobre lo que no he visto nada escrito, pero que lo conozco en primera persona. En el año 1976, el cuerpo de horquilleros que estaba formado por unos señores vestidos de frac que portaban el trono de la Virgen y que llevaban unas pértigas terminadas en horquilla, vieron reducido su número debido a la edad avanzada de sus miembros, por lo recurrieron a un grupo de jóvenes de entre 16 y 18 años para que le ayudasen durante el recorrido.

    El cuerpo de horquilleros se fue desdibujando en el tiempo y se fue reconvirtiendo
    en el grupo de promitentes que hoy en día porta el paso. En la noche anterior, de la basílica de San Ildefonso sale el Rosario de San Bernabé, que realiza el itinerario que realizó el cortejo de la Virgen de la Capilla el 11 de Junio de 1430. Salió del callejón Sucio, ahora llamado calle Almenas, para desembocar en la plaza de San Ildefonso. Cuentan las crónicas que un año hubo una gresca en medio de la comitiva, y desde entonces en nuestra tierra se usa el latiguillo: “A ver si vamos a acabar como el rosario San Bernabé, a farolazos”. Pues esto mismo le digo a nuestros respetables políticos, y perdón por lo de respetables, no sigáis creando odios polarizando al pueblo, que no estamos en el mejor momento para hacer el imbécil.

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