Juego de luciérnagas
Un tupido velo nos cubre la razón y nos impide atisbar la luz. Para mi pesar, pienso que es una tara consustancial a la esencia del ser humano. En estos tiempos que estamos viviendo, donde la intercomunicación es prodigiosa, las distancias entre los distintos rincones del mundo son asumibles sin que envejezcamos demasiado en cada viaje, cuando cualquier noticia se expande con una inmediatez asombrosa y llega hasta los lugares más recónditos en un tiempo razonable, cuando las posibilidades de acumular y administrar el saber se han multiplicado, cuando en teoría contamos con más herramientas para discernir con ciertas garantías entre el bien y el mal común, nos resulta prácticamente inaccesible, al menos así lo evidencia la actualidad, un conocimiento más o menos veraz de lo que nos está sucediendo, de aquello que es tangible y en consecuencia susceptible de valoración. La confusión que nos producen las realidades virtuales donde nos estamos sumiendo, el exceso de informaciones tóxicas, deslavazadas, prolijas, muchas de ellas movidas por intereses oscuros y otras tantas por mezquinos poderes, y aquellas otras que nos llegan manipuladas, cercenadas o en formatos abstractos sino difusos, nos van eclipsando, solapando el entendimiento, todo lo contrario de lo que se supone que la ciencia y la razón han pretendido evitar. Parece ser que todavía, desde nuestra asumida penumbra, tan sólo vemos destellos, luz de luciérnagas, juegos de luces dispersas, el horizonte y los paisajes no alcanzan la diafanidad deseada. Resulta paradójico que en ocasiones, el exceso de luz, un envolvente resplandor, llegue a producirnos ceguera, o que a la luz de un humilde candil aprendamos alguna verdad más inmediata y consistente, que aquella confusión adquirida ante las engañosas realidades con que nos deslumbran los bosques de neones. Por poner un ejemplo doméstico, e ir aclarando y relajando esta umbrosa perorata. ¿Alguien entiende por ventura por qué son tan complejas, impenetrables y opacas las facturas de la luz? , cuando deberían ser claras y luminosas, puesto que de luz estamos tratando, y ¿por qué sus costos fluctúan, en contra de las leyes del péndulo, siempre hacia arriba?, cuando la realidad constatable, es que a la mayoría de los presuntos iluminados, nos tocan los péndulos descaradamente desde abajo. Debe de ser que algunos “seres de luz” que gestionan como ingenieros de las tinieblas, consejeros sin consejos y demás filántropos, saben ensombrecer y ocultar sus claros y nítidos beneficios, para tener lo suficientemente iluminadas sus cuentas particulares. Por algo Lucifer, Luzbel, el ángel caído, como su nombre indica, es el ser portador de la luz y la equívoca belleza. Ay, Jaén, Jaén, bella ciudad de luz ¿quién te hace sombra?. A saber. Nieto, apaga y vámonos.