José María
Gil-Robles: 85 años de militancia europeísta

30 jun 2020 / 08:56 H.
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En momentos como los actuales, en los que han surgido voces disonantes dentro de la Unión Europea como las que provienen del Grupo de Visegrado o del Brexit con el alejamiento del Reino Unido y que se han venido a sumar a los clásicos escépticos, resulta edificante recrearse en el ejemplo de auténticos europeístas como es el caso de José María Gil-Robles y Gil-Delgado.

A sus ochenta y cinco años sigue presente, como un icono de los valores democráticos y europeos, que han consustanciado las raíces del pensamiento humanístico. José María ha sido y es un ejemplo de militancia en favor de la idea de Europa, como europarlamentario y presidente del Parlamento Europeo de 1997 a 1999, titular de la Cátedra Jean Monnet, letrado en cortes, abogado, escritor, ensayista y sobre todo un verdadero ejemplo de vida, para que las jóvenes generaciones vean en él el reflejo de una Europa con valores cívicos, éticos y políticos. El 17 de junio, coincidiendo con la fecha de su aniversario, un selecto grupo de familiares y amigos han elaborado y presentado una impresionante obra, publicada por el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo, que aglutina casi un centenar de firmas de alto nivel donde se agrupan pensadores de todo el espectro político español y europeo que, en su conjunto, coinciden en destacar la bonhomía del homenajeado y su talante cosmopolita.

Bosquejan su semblante, entre otros, Joaquín Almunia, Enrique Barón Crespo, Josep Borrell Fontelles, Íñigo Méndez de Vigo y Marcelino Oreja Aguirre con una visión política; Araceli Mangas Martín, Francisco Aldecoa Luzárraga, Antonio Jiménez-Blanco, Luis Norberto González Alonso y Maricruz Arcos desde una perspectiva académica y europeísta; sus hijos José María, Carmen, Loreto, e Ignacio, y su hermano Álvaro Gil-Robles y Gil-Delgado, desde su ámbito familiar. Muchas son las aristas que presenta la Unión Europea como consecuencia de la falta de conocimiento de su real funcionamiento por parte de la ciudadanía lo cual ha generado críticas a su gestión y hace más necesario que nunca una revisión a fondo del modelo de su arquitectura institucional. Quizás haya llegado el momento de plantearnos un giro copernicano y proponer, de un modo paulatino pero eficaz, el camino hacia una auténtica Federación Europea. En este sentido, cuando se está planteando por parte de la Unión Europea la necesidad de la convocatoria de una Conferencia sobre el Futuro de Europa, en un reciente escrito de 2020, José María apunta que “se puede o no estar de acuerdo con este entramado institucional, lo que no cabe es negar su carácter democrático. Por ello me atrevo a sostener que está plenamente justificado que las conclusiones de unos diálogos ciudadanos, que aún no sabemos cómo se van a estructurar ni qué representatividad tendrán, sean revisadas por los que legítimamente y en elecciones libres y democráticas, han sido elegidos por los ciudadanos para representarlos. O sea, Conferencia sí, pero sin la ilusión de creer que los problemas de la Unión se resolverán de una vez por todas. La Unión Europea seguirá su lento avance, nudo a nudo, política en común tras política en común, hacia esa federación que es necesaria y llegará progresivamente, a medida que todos, y no solo los entusiastas, vayamos sintiendo su necesidad”.

No cabe duda, al menos no lo cabe para quien suscribe, que la Unión Europea debe afianzar los valores cívicos que se engarzan con el respeto a la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos, incluidas las personas pertenecientes a minorías, tal como se señala en el artículo 2 (TUE) del Tratado de Lisboa. Estos valores, que son esencialmente propios de la “cultura europea”, se verían sustancialmente fortalecidos si a la Unión Europea se le fuera dotando de una estructura federal. Cabe colegir que se trata de un proceso complejo y difícil, que tendrá que enfrentarse a la ceguera nacionalista de algunos grupos políticos europeos, pero que, si realmente se quiere fortalecer estos valores que son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y mujeres, habrá que comenzar a caminar por el sendero hacia la federación de los Estados europeos. Francisco Aldecoa Luzárraga, coordinador de esta obra homenaje, apunta el talante familiar de Gil-Robles, cuando indica: “No puedo terminar el semblante y la evocación a la obra de José María sin hacer una referencia, aunque sea brevísima a su aportación al Movimiento Europeo y también la de su padre. No debemos olvidar el papel central que jugó Don José María Gil-Robles y Quiñones en la reconciliación entre los españoles”. No en vano nos recuerda su hermano Álvaro que “ojalá hubiese muchos como él, en el agitado mundo político que nos rodea”.

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