Jaén se rinde a tus caricias
Jaén, Jaén, levanta tus pendones, por María, tu Reina Celestial... Aromada estás Jaén de noche iluminada, donde una clara Estrella, carita de jazmín, rosa escogida, viene a poner un beso en tus mejillas cuando junio despierta con la tierna dulzura de cálidas caricias. Oh lirio de Sarón, oh tierna Inmaculada, desciende hasta Jaén para ser tu refugio, con Jesús en sus brazos como un nardo bendito.
No se olvidó de ti cuando llorabas, ni te dejó perdida en tu amargura, vino a traer el son de la esperanza a tu alma acongojada. A consolar tu corazón cubierto de aciagas decepciones. A sostener tus lágrimas, para colmar de amparo tu corazón herido, vino a traer la fuerza a tus latidos, a calmar tu tristeza, vistiendo de alegría tus penas y dolores. Surgió el radiante sol aquella noche santa donde se disiparon las estrellas, el medio día nació de su rostro bendito, iluminando todo, y Jaén te vestiste de la luz de su Aurora, de la suave ternura que en tus calles quedaron aromadas por el amanecer de su sonrisa, por la fuerza de su paso estabas asombrada y llenaste tu alma de confianza, el ánimo se despertó de nuevo en ti y la tranquilidad se derramó en tu aliento. El miedo y el temor se diluyeron y volvió la alegría en una jubilosa danza, que transformó tus pasos cansados, en rápidos compases de huellas que dibujaban cantos.
La noche se llevaba el desencanto y dejaba la dulce caricia de poder percibir, de volver a sentir en los sentidos, en todos los rincones Jaén se rendía a sus tiernas caricias, consolada su alma descansaba tranquila. Junio pintó de aromas la noche sosegada, su pálida mirada se convirtió en titilante estrella, y Jaén perfumada por María, se desbordó de luz, mientras sus calles aclamaban su Nombre, la noche se vistió de resplandores, el aire mil poemas recitaba, una canción azul se derramaba sobre Jaén serena y confortada exaltando su fe.
Jaén se deshacía a la luz de su faz de azucena, se dejaba llevar por el dulce sonar de su música plena, de su amor maternal, de sus caricias suaves, de sus besos de miel en sus mejillas. Y hoy Jaén también se siente bendecida, en sus manos guardada, por esa Flor bendita, iluminada, que descendió a su suelo y se quedó por siempre en su Capilla.